El hombre de Gramsci

El hombre es un «hacer», un proceso, no algo «abstracto» u «objetivo»: «cada uno se cambia a sí mismo, se modifica, en la medida en que cambia y modifica todo el complejo de relaciones del que es el centro anudador. En este sentido, el verdadero filósofo es y no puede ser otro que el político, es decir, el hombre activo que modifica el entorno, entendiendo por entorno el conjunto de relaciones del que cada individuo pasa a formar parte». El hombre, como actividad que se construye a sí mismo modificando la sociedad y la naturaleza, es filósofo y político. Es decir, hombre en sentido pleno, que a la vez conoce (es filósofo) y transforma el mundo (es político). Y el conocimiento es praxis: «tiene conciencia más o menos profunda del mundo… y lo modifica»

El “Gramsci de derechas”, peligroso, pero sin fundamento[1]

Hay una larga historia de intentos de apropiarse de Gramsci por parte de la derecha: desde los más reflexivos de Alain de Benoist, hasta nuestras propias imitaciones, desde las Tesis de Fiuggi hasta las recientes declaraciones del ministro Sangiuliano.
Intentos destinados al fracaso por la pequeñez de los protagonistas, pero que tienen como peligroso objetivo la posibilidad de crear un nuevo sentido común en las masas.

Gramsci i Antonio Labriola: la filosofia de la praxi com a gènesi teòrica del marxisme italià

Des de la seva joventut, el marxisme d’Antonio Labriola va ser una referència importantíssima per Antonio Gramsci. Als Quaderns de la presó, va reprendre el plantejament de Labriola, considerant-lo una base per a l’elaboració d’un nou marxisme denominat, no per casualitat, «filosofia de la praxi» a partir de 1932. L’article refà i documenta el fil que uneix el pensament dels dos autors i marca el caràcter més profund del marxisme italià. Emergeix així la imatge d’un marxisme crític i molt peculiar, que Labriola desenvoluparà davant l’ortodòxia de la II Internacional i Gramsci envers el gir ideològic del comunisme en els anys vint i trenta.