Entrevista a Alejandro Fortuna, traductor de Gramsci, para la revista El salto diario: “Para Gramsci la Italia meridional era una colonia explotada por la burguesía del norte”

Alejandro Fortuna es investigador predoctoral de la Universidad Autónoma de Barcelona, especialista en el pensamiento de Antonio Gramsci. Ha participado reciéntemente en la edición de la obra La cuestión meridional tanto en la edición en catalán (Manifiest, 2023) como en castellano (Verso, 2024). Además es miembro de la Associació d’Estudis Gramscians de Catalunya.

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Bueno Alejandro en primer lugar gracias por atender a esta entrevista. Hace pocas semanas se ha conocido la publicación en catalán de la obra de Antonio Gramsci, La qüestió meridional en la Editorial Manifest Llibres, de la cual tú has sido el traductor. Lo primero que te queríamos preguntar es sobre tu trayectoria. Eres investigador de la Universidad Autónoma de Barcelona y haces la tesis sobre el pensamiento de Antonio Gramsci. ¿Cómo llegaste a la obra de Gramsci?

Sí, soy doctorando en la UAB y trabajo desde hace años en una tesis sobre el pensamiento de Gramsci. Empecé en el gramscismo académico hace más de una década, en un programa de doctorado en Teoría e Historia de la Arquitectura de la Universitat Politècnica de Catalunya. En aquel momento, yo estaba especialmenteinteresado en el tema de las relaciones entre arte y política. Pensé que, con la atención que Gramsci había prestado al ámbito de la cultura, tanto en sus textos precarcelarios como en los Cuadernos de la cárcel, debía haber producido una teoría del arte significativa. A base de empachos y frustraciones, me convencí de que aquel camino no llevaba muy lejos. Y no sólo por lo difícil que resulta componer una teoría del arte (por modesta que sea) a partir de los Cuadernos, una obra tan extensa y fragmentaria. Es que en los Cuadernos el problema del arte queda casi siempre subordinado a la cuestión de la hegemonía. Ahora bien, este concepto suele malinterpretarse. “Hegemonía” significa dirección económica y política, intelectual y moral, cultural, de una clase sobre otras. Desde luego, cuando Gramsci escribe: “No hemos de luchar por un nuevo arte, sino por una nueva cultura”, habla de hegemonía. Pero el término cultura debe entenderse en su sentido más amplio, en cuanto forma de relación humana y de organización de una sociedad. Explico esto porque es fundamental para sacar provecho de los Cuadernos y comprender qué lugar ocupa La cuestión meridional en la trayectoria de Gramsci. Yo lo asimilé con el tiempo. En cierto momento, cambié de universidad y de programa de doctorado, reorienté la investigación y centré el esfuerzo en analizar cómo funciona exactamente elconcepto de hegemonía.

Esta obra de Gramsci, La cuestión meridional, ha recibido muy poca atención en el Estado español. Cuéntanos ¿qué es la cuestión meridional?

Comentaré ante todo que Italia se fundó (como Reino) en 1861 mediante la unificación territorial y política de varios Estados, antes independientes y regidos por poderes diversos. Este proceso de creación de un moderno Estado unitario (conocido bajo el nombre de Resurgimiento) se dio por acabado en 1870 con la anexión de Roma. Uno puede intuir que aquel conglomerado de regiones, autónomas durante siglos, estaba entonces aún lejos de alcanzar la unidad. Pero hay quien dice que en el último tramo del siglo XIX fueron aumentando las diferencias económicas entre ciertos territorios; que Italia, nada más nacer, empezó a partirse en dos. Quizá estuviese ya partida de antemano. De un modo u otro, desde hace unos ciento sesenta años, los italianos han hablado de “cuestión meridional” en referencia al subdesarrollo socioeconómico del sur peninsular y de las grandes islas, Sicilia y Cerdeña, respecto a las regiones septentrionales del país. El ensayo de Gramsci, escrito en 1926, se sumaba a una larga lista de estudios, reflexiones y polémicas sobre el asunto. Hoy es un clásico vivo, porque el debate en torno a la cuestión meridional sigue abierto en Italia.

¿Cuál es la relación entre la cuestión meridional y el concepto de hegemonía?

Cuestión meridional y hegemonía van en Gramsci de la mano en dos sentidos. El primero de los cuales es explícito, siendo el hilo conductor del ensayo de 1926. La cuestión meridional es uno los primeros textos de Gramsci en que aparece la noción de hegemonía. Y “hegemonía” tiene allí un significado estrictamente leninista: es la “hegemonía del proletariado”, alianza bajo liderazgo obrero entre clases dominadas con el objetivo de instaurar un Estado comunista. Ésta es la respuesta gramsciana a la cuestión meridional, en la medida en que el derrocamiento de unas élites explotadoras y la recomposición de un Estado asimétrico, construido en detrimento de la Italia del sur, dé prosperidad a todas las regiones (y a todos los individuos).

Vayamos ahora al segundo vínculo, que se advierte al estudiar con calma los Cuadernos de la cárcel. Gramsci fue detenido en noviembre de 1926, poco después de redactar La cuestión meridional. Hasta inicios de 1929, se le arrebató el derecho a la escritura. Incluyó la cuestión meridional en el listado de temas a tratar con que se abren los Cuadernos. Y retomó el hilo de su análisis en el invierno de 1929-1930. Pues bien, la noción de hegemonía aparece de nuevo justamente en el grupo de notas en que Gramsci reafirma y extiende cuanto había escrito en La cuestión meridional. Ahí, el concepto empieza a ganar significado, a enriquecerse, a desbordar su lógica leninista de origen (¡sin por ello abandonarla!). Gramsci advierte que la hegemonía, si se ejerce sobre un adversario, puede ser un magnífico instrumento de dominio; es decir: que también los rivales (no sólo los aliados) pueden quedar sujetos a tu dirección.

En tu sesión sobre la cuestión meridional, impartida en el Curso Gramsci de Urgencia señalas que La cuestión meridional es un texto programático, un texto en el que Gramsci presenta la que él considera que debe ser la estrategia revolucionaria del partido comunista en Italia. Dices también que es un texto programático que responde a un tiempo 1921-1926 de fricción interna entre Bordiga y el grupo turinés. ¿Qué representa este texto en la evolución de este debate y de la orientación del PCI en Italia?

Su naturaleza programática es uno de los motivos por los que La cuestión meridional se ha acompañado de una extensa y concienzuda introducción a cargo de Joan Tafalla. El de Gramsci no es un texto complejo, pero requiere un contexto. Perdería bastante al desnudo. Para responder a tu pregunta, intentaré ubicarlo del modo más breve posible en la historia del Partido Comunista de Italia.

El PCd’I (futuro PCI) fue constituido en enero de 1921 como escisión del Partido Socialista Italiano. Entre sus corrientes fundadoras se encontraban la fracción “izquierdista” de Amadeo Bordiga (fracción cuyo rasgo distintivo, aunque no único, era el oponerse a la participación en el parlamento) y el grupo editor de la revista turinesa L’Ordine nuovo (Gramsci, Palmiro Togliatti, etcétera), de inspiración leninista. Bordiga dirigió el partido en sus primeros años. Un relato fiel de los encuentros y desencuentros entre corrientes del PCd’I en el periodo 1921-1926 sería muy largo, pero nos basta con saber dos cosas: que la política de Bordiga chocaba con algunas de las principales directrices de la Internacional Comunista, y que la estrategia expuesta en La cuestión meridional (alianza entre clases subalternas con hegemonía del proletariado) está ya definida en artículos del propio Gramsci publicados en 1920 y 1921. El grupo ordinovista trabajó durante cinco años en la difusión y aceptación de su ideario. Con éxito: en enero de 1926, por amplísima mayoría de votos, el partido adoptó ese ideario, y Gramsci fue elegido secretario general. Lo que encontramos en La cuestión meridional, en definitiva, es la exposición pública de un plan de ruta ya aprobado.

¿Cuál es el análisis social y económico que hace Gramsci en los textos sobre la cuestión meridional entre 1921 y 1926? ¿Cómo opera el eje norte-sur en el desarrollo del capitalismo Italiano?

Aún hoy, existe una inclinación lamentable, bastante frecuente y espontánea, a justificar los desequilibrios económicos entre territorios en términos étnicos, culturales. Los clichés acerca de la productividad o improductividad de las culturas están a la orden del día. En los años en que Gramsci, un sardo de familia empobrecida, llegó a Turín, al norte industrial, solía recurrirse a la seudociencia (frenología, darwinismo social…) para explicar la miseria de un pueblo o de una región. Y no sólo en los ámbitos del academicismo rancio y la política conservadora: este tipo de ideas estaban muy presentes también entre dirigentes del partido socialista, y algunos incluso las producían o reafirmaban mediante investigaciones disparatadas. Eran los primeros en medir cráneos y diagnosticar el barbarismo innato o la criminalidad congénita de ciertos pueblos. Desde una perspectiva gramsciana, por supuesto, si el proletariado mismo se entrega a prejuicios irracionales sobre el sur, no hay forma de resolver la cuestión meridional; no hay alianza o hegemonía que valga. Bien, el desequilibrio tiene otras causas, pero ¿cuáles? Gramsci ahondó en la historia italiana e interpretó el proceso de unificación nacional, el Resurgimiento, como una conquista del sur por parte de élites septentrionales. Ya en 1920 definía la Italia meridional como una “colonia de explotación” en manos de la burguesía del norte. Según Gramsci, la brecha económica entre el norte y el sur se acrecentó y afianzó con el desarrollo del capitalismo en la Lombardía (Milán), el Piamonte (Turín) o Liguria (Génova). No es sólo que la industria surgiese antes y con mayor fuerza en la Italia septentrional: es que lo hizo, en buena medida, a expensas de la economía agrícola del sur.

Como estudioso de la obra de Gramsci ¿Consideras que existe una cuestión meridional a escala más global por ejemplo en Europa? ¿Cómo opera esta cuestión meridional en el contexto del Estado español?

Hay “cuestión meridional” en Europa, sin duda; también la hay en España. No digo nada nuevo. Todo sistema político y económico basado en la división territorial del trabajo genera sus desigualdades, sean moderadas o enormes y dramáticas. En el “mundo grande y terrible”, por usar una conocida expresión de Gramsci, la periferia tiene siempre las de perder. Comprender cómo se han creado y consolidado esas estructuras de desequilibrio en España y en Europa, sin embargo, es un trabajo exigente. Exigente pero imprescindible, si se quieren combatir y transformar. Y aunque es una tarea multidisciplinar, creo que debe partir de la labor de historiadoras e historiadores de la economía. Quiero decir que no nos basta ni con la intuición ni con la mera observación del presente. Si preguntásemos a la gente qué territorios españoles han funcionado históricamente (y siguen tal vez funcionando) como colonias de explotación interiores, habría mucha coincidencia en las respuestas. Pero hemos de dar a esas intuiciones un sustento riguroso. Pienso que los textos relativos a Andalucía, Canarias, Extremadura y Galicia que acompañarán a La cuestión meridional en la edición castellana (Verso Libros, enero o febrero de 2024) son referencias valiosas, pequeños modelos de un camino a seguir.

Asistimos a un resurgir del pensamiento de Gramsci. ¿A qué crees que se debe?

Supongo que el auge de las ultraderechas tiene mucho que ver. Suele acudirse a Gramsci en épocas como la nuestra porque él escribió bajo el peso del fascismo y se entregó, en prisión, a la faena de proponer una estrategia de contraofensiva eficaz. Gramsci es para muchos el pensador de los tiempos de impás, de las crisis de hegemonía en cuyos limbos se producen “fenómenos morbosos”, enfermizos. O el autor que nos advierte del regreso del fascismo. No me canso de decir que la cita “El viejo mundo muere, el nuevo tarda en aparecer. Y en el claroscuro surgen los monstruos” es errónea. Gramsci no usó la palabra “monstruos”. Y esto quedaría en una simple anécdota, o en la cansina manía de un especialista, si no comportase la reducción de la figura y el pensamiento de Gramsci. Por descontado, él puede ser un referente del antifascismo, e incluso del antifascismo liberal. Pero Gramsci es además un dirigente y filósofo comunista que proporcionó herramientas para tratar de cambiar el mundo desde la raíz. No ha sido menos útil en cualquier momento del pasado que ahora. 

Hace cosa de una década, hubo en España una etapa de efervescencia “cuasigramsciana”, por así decirlo, vinculada al primer Podemos. Se habló bastante de “hegemonía”, pero, como en otras ocasiones, Gramsci fue desvirtuado. Este enésimo resurgir es también una respuesta a aquello. Una enmienda más o menos cariñosa al Gramsci del populismo de izquierda. En fin, es difícil evitar que Gramsci llegue a oleadas o que lo haga siempre en periodos muy concretos. Bienvenido sea de nuevo.

¿Cuál es la recepción de La cuestión meridional que esperáis y cuál es la expectativa?

Para empezar, queremos que se lea a Gramsci. Queremos que sus obras se conozcan de primera mano y susciten debates bien informados. Que sea algo más que una fuente de citas (exactas o no) y lemas ocurrentes. Y que los lectores comprendan quién fue Gramsci: ni un teórico desarraigado y abstracto, ni el primer posmarxista de la historia, sino un extraordinario discípulo de Lenin. Desprender tu obra del leninismo supone interiorizar la importancia de la estrategia y la táctica en política, ajustarse a la realidad, verla tal y como es, analizarla minuciosamente y actuar en consecuencia; implica huir del purismo y el preconcepto; aceptar que el mundo es demasiado duro y complejo para enfrentarse a él a pecho descubierto. Estas premisas están presentes en toda la obra de madurez de Gramsci; también en los Cuadernos de la cárcel. Pero La cuestión meridional es un texto más accesible, breve y fácil de leer. Sería magnífico que ayudase a afrontar de otro modo nuestras problemáticas territoriales. Que nos alejase de errores cometidos en el pasado reciente.

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