Este es un libro sobre el Antonio Gramsci historiador. Un Gramsci muy poco conocido en España y en los países americanos de lengua castellana. Con el adjetivo historiador no me refiero solo a las ideas gramscianas que podrían ser útiles a los especialistas en la disciplina, sino también y sobre todo a cómo Gramsci ejerció concretamente de historiador en los Cuadernos de la cárcel, redactados después de que fuera arrestado en 1926 por el gobierno de Benito Mussolini por su condición de dirigente del Partido Comunista de Italia (PCdI)[1].
Como es harto sabido, los Cuadernos de la cárcel reúnen las reflexiones de un político consciente de haber sido derrotado en una encrucijada histórica en la que el régimen liberal del Reino de Italia entró en crisis a raíz de los seísmos de la Gran Guerra y de la Revolución rusa de 1917. Una vez en prisión, advirtió la exigencia de emprender un vasto plan de estudio con el objetivo de averiguar por qué el comunismo italiano había sido vencido por el fascismo de forma tan rápida y contundente. Al mismo tiempo, buscaba relanzar su práctica política. El resultado de todo ello fue la compilación de 33 cuadernos y 2.848 páginas manuscritas en los que Gramsci planteó una propuesta de actualización de las categorías político-culturales marxistas con las que pensar la transformación social en una sociedad capitalista de Occidente[2].
La base de dicha propuesta fue la Historia. Partiendo de la premisa de que la revitalización del PCdI debía iniciarse con una explicación rigurosa de su derrota y del hundimiento del sistema pluripartidista italiano, Gramsci dio continuidad a una intuición que había tenido poco antes de su detención, esto es, que el fascismo no podía verse como un fenómeno circunscrito a los años veinte. Las características de su despliegue apuntaban a un movimiento que supo nutrirse y beneficiarse de los problemas y contradicciones que habían singularizado la formación de la nación italiana y del Estado unitario. En definitiva, notó que en la dictadura de Mussolini había un fuerte componente de autobiografía nacional. Así pues, concluyó que si quería comprender los motivos de su éxito tenía que adentrarse en la historia del país, examinar su evolución y conectarla con el análisis de la agitada posguerra mundial. La verdad histórica le conduciría a la verdad política. Razón por la cual Gramsci leyó, estudió y redactó decenas de notas con las que enhebró toda una interpretación de la historia de Italia desde la etapa revolucionaria del siglo XVIII hasta la consolidación del fascismo, cuyo momento central fue el Risorgimento, es decir, el proceso político que llevó a la unificación de la península y a la creación del Reino de Italia en 1861. El primer y principal objetivo del libro es explicar esta interpretación, dejando claro de antemano que los Cuadernos de la cárcel no son un libro ni un conjunto de textos acabados, sino un laboratorio intelectual abierto en el que Gramsci probó diferentes tipos de escritura –desde el ensayo extenso hasta la reseña de libro y el apunte breve– que a menudo confluyen, a veces se corrigen y casi siempre se correlacionan[3]. No hay, por tanto, un orden lineal y definido, y ni siquiera los «cuadernos especiales» agotan la explicación respecto a un tema determinado[4]. El Gramsci historiador emerge solamente a través de un estudio integral de los Cuadernos (pero también, más vale decirlo ya, de su obra precarcelaria). Y es un Gramsci fundamental, porque su entramado teórico nació del –o se aplicó en el– estudio de la historia italiana. Estoy hablando de categorías como «revolución pasiva», «jacobinismo», «transformismo», «guerra de posición/guerra de maniobras», «intelectual orgánico», «cuestión meridional», «conformismo social», «Estado alargado», «cesarismo», «crisis de autoridad» y «americanismo y fordismo».
La Historia es el campo en que Gramsci comprobó empíricamente su manera de evaluar las relaciones de fuerzas que establecen los sujetos partidistas en lucha, en el que examinó cómo la conexión dialéctica entre la esfera económica y la esfera político-cultural influye en la vida colectiva de los ciudadanos, y donde pudo calibrar la eficacia de una fuerza política a la hora de mantener o aumentar su influencia en un país en permanente transformación. Y más importante todavía, la Historia es el ámbito en el que pudo meditar sobre el concepto de «hegemonía política», que es el más original de su obra e indica las características de un poder que aspira a ejercer con solvencia su función en la modernidad contemporánea. De ahí que haya escogido como título del libro La fuerza y el consenso, por cuanto remite a la doble capacidad de «dominio» y «dirección» políticos que un bloque social «hegemónico» proyecta sobre una sociedad. La «hegemonía» es tanto la base sobre la que descansa como el elemento que más vertebra la interpretación histórica gramsciana. A tenor de lo dicho, espero que se entienda por qué un ensayo sobre el Gramsci historiador no puede no ser a la vez una introducción a su pensamiento político en general. En la medida en que el lector llegue a asimilar y dominar los principales conceptos políticos gramscianos dentro de una narración centrada en hombres y dinámicas históricas reales, habré cumplido con el segundo objetivo que me he trazado.
Pero hay más: la presente obra es también una breve historia de Italia desde la invasión napoleónica hasta el triunfo del fascismo, que acompaña en todo momento el análisis de Gramsci. Sus notas carcelarias no explican la historia événementielle del país ni especifican todas las acciones de sus protagonistas, sino que tienen un carácter estrictamente interpretativo. No podía ser de otra manera: esas notas eran personales y a Gramsci –que presentía que su deterioro físico no le permitiría trabajar durante mucho tiempo– no le interesaba repetir cosas que sabía o que iba profundizando con sus lecturas; ya tenía un sólido conocimiento de la edad de la Restauración y de la revolución de 1848-1849, de la trayectoria de Giuseppe Mazzini y del conde de Cavour, de la vida de las clases populares y de los gobiernos posunitarios, y del resto de procesos de este periodo, por lo que pasó directamente a su análisis, mencionando solo aquellos aspectos y cuestiones que consideraba primordiales para la articulación de una interpretación coherente de la historia italiana. Cae por su propio peso que esto nunca ha supuesto un problema de comprensión para los historiadores italianos o las personas que tienen un cierto conocimiento del pasado de Italia. Pero, como es lógico, sí podría serlo para el lector extranjero, incluso culto. No es ninguna casualidad que las notas más historiográficas de Gramsci –para entendernos, las que fueron publicadas en 1949 con el título genérico de Il Risorgimento– no hayan sido publicadas en España ni que los introductores españoles de los Cuadernos de la cárcel, en su gran mayoría politólogos y filósofos, las hayan esquivado en sus monografías. Sin un estudio general de la historia italiana, son notas difícilmente descifrables. Es por ello que aquí presento una serie de capítulos y apartados sobre la Italia de los siglos XVIII-XX que casi siempre preceden las reflexiones de Gramsci en relación con cada una de sus fases históricas. También he resumido el pensamiento de los intelectuales que él criticó y/o utilizó para su trabajo. Así, el tercer objetivo del libro es que, por medio de esta visión histórica global, el lector pise terreno firme desde las primeras páginas para que no se le escape ningún pormenor de las tesis gramscianas.
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El libro está estructurado en seis capítulos que, a su vez, contienen diversos apartados. En el primer capítulo, titulado «Gramsci y la Historia», me propongo abordar una serie de cuestiones que considero esenciales y propedéuticas antes de detallar el estudio sobre el pasado nacional que el intelectual sardo llevó a cabo en la cárcel. Por ello, vuelvo aquí sobre el significado político de su investigación y hago hincapié en su diálogo con el filósofo Benedetto Croce para delinear cómo enfocó el estudio de la historia. A renglón seguido, me fijo en el estado de la cuestión que realizó acerca de la historia contemporánea italiana. De la lectura de los autores e historiadores más famosos de su tiempo, Gramsci identificó tanto los defectos que padecían los estudios sobre la Italia reciente como los factores internacionales que, entre mediados del siglo XVIII y 1814 –fecha a partir de la que podemos hablar con propiedad de Risorgimento– posibilitaron el inicio de la lucha patriótica. Termino esta parte con una explicación de la poderosa influencia que han ejercido los Cuadernos de la cárcel en la historiografía italiana y del porqué el Gramsci historiador apenas ha despertado interés en España. Para ello, repaso las obras de los principales «gramsciólogos» españoles y, apoyándome sobre todo en un artículo de Josep Fontana, aclaro el concepto de «clase subalterna», que ayudará al lector a comprender por qué Gramsci no hizo una historia de Italia «desde abajo».
El segundo capítulo ofrece una síntesis del periodo de la historia italiana que va del Congreso de Viena de 1814-1815 a 1849. Veremos, pues, las dinámicas socioeconómicas y la realidad de los Estados peninsulares de la Restauración, la contrastada afirmación del liberalismo y la lucha de las sociedades secretas que se opusieron al absolutismo, el auge del republicanismo mazzinista y del patriotismo moderado, el rol del Vaticano, los Estatutos liberales y la revolución nacional de 1848-1849. Aunque se trata de un capítulo de historia general, no he renunciado a insertar algunas consideraciones de Gramsci sobre aspectos del periodo, en especial su valoración del bienio 1848-1849, auténtico punto de inflexión del Risorgimento.
El tercer capítulo describe la Italia de los años 1849-1861. Repito: no se puede entender el trabajo de Gramsci sin un conocimiento previo de la historia italiana. Por añadidura, su visión del Risorgimento se basa principalmente en el escrutinio de los años cincuenta del siglo XIX, vistos como una fase de aceleración y condensación de tendencias políticas anteriores, que tuvo como máximos protagonistas al primer ministro piamontés Cavour y a Giuseppe Mazzini. En este marco, explico la transformación del Reino de Cerdeña en un sujeto político enérgico y capaz de actuar en la política internacional, los debates que se produjeron en el movimiento democrático después de la derrota de 1849, la trayectoria accidentada del mazzinismo y las iniciativas militares de Cavour y del republicanismo organizado que condujeron a la unificación italiana, a la postre capitalizada políticamente por la dinastía de los Saboya.
El cuarto capítulo reconstruye la interpretación gramsciana del Risorgimento. Si digo que reconstruye es porque Gramsci no expuso en un único cuaderno su tesis, sino que esta se configura a través de la suma, combinación y cotejo de varios pasajes y notas diseminadas en diferentes cuadernos que, sin embargo, están íntimamente entrelazados y tienen una fuerte coherencia lógica. Como se tendrá ocasión de observar, la victoria de los cavourianos en el proceso de unificación –que trajo consigo la aplicación de la legislación política del Reino de Cerdeña al Reino de Italia– fue la consecuencia de una política «hegemónica» que unió cuatro vertientes: la económica, la diplomática, la cultural y la militar. Se trata de una acción que Gramsci vio como original y brillante pero que excluyó a las clases populares y creó las bases para la construcción de un Estado escorado políticamente hacia el norte de Italia y con un patente carácter de clase. De su análisis, y del estudio de los errores que perjudicaron la política de los mazzinistas hasta la expedición garibaldina de 1860, Gramsci perfiló muchos de los conceptos clave de los Cuadernos de la cárcel. Es, en suma, un capítulo importante también para conocer partes sustanciales de su pensamiento político.
En el quinto capítulo me ocupo de la «Italia liberal» de 1861-1914. Dado que, a diferencia de lo que ocurre con otras etapas históricas, casi todas las reflexiones de Gramsci sobre este periodo se concentran en el cuaderno especial 19 y son más lineales, he preferido en este caso unir en un solo relato la reconstrucción histórica general con el análisis de las notas gramscianas. Según Gramsci, la Italia poscavouriana fue liberal, en tanto que regida por un Estatuto que en teoría garantizaba casi todos los derechos políticos básicos, pero no democrática. Aparte del problema del sufragio universal masculino, aprobado en 1912, los pecados originales que caracterizaron la acción victoriosa de los piamonteses en 1849-1861 –como la exclusión política de las masas trabajadoras, el mantenimiento de las viejas relaciones de propiedad en el campo y el predominio del norte peninsular– marcaron por completo la vida del nuevo Estado. Sobre todo hasta finales del siglo XIX, la política del Reino de Italia fue elitista, recorrida por tentaciones autoritarias y basada en decisiones económicas que condenaron al proletariado del sur a la emigración o la pobreza. Hasta el reformismo que impulsó el líder liberal Giovanni Giolitti en 1900-1914 fue parcialmente concebido para dividir a los trabajadores del sur de los del norte, neutralizar la potencialidad transformadora de los sindicatos obreros y atraer a la cúpula del Partido Socialista Italiano (PSI) a la órbita del poder liberal.
En el sexto capítulo, el último y más extenso, afronto el análisis de Gramsci del final del régimen liberal y del ascenso del fascismo. En este caso, he vuelto al esquema inicial y he dedicado un primer apartado a dilucidar la historia de Italia desde la entrada en la Primera Guerra Mundial en 1915 hasta 1926. Hablamos de años acelerados, marcados por una alta conflictividad social y en los que las masas entraron definitivamente en la escena nacional, desbordando los equilibrios de un sistema político que había sido levantado para negarles protagonismo. Quien salió ganador de ese tiempo convulso fue Benito Mussolini, el cual, a través de la violencia del escuadrismo fascista y de una astuta política de apaciguamiento con los poderes explícitos y fácticos del país, logró imponer su dictadura. Una vez delineado el cuadro general, paso a examinar la interpretación de Gramsci partiendo de sus escritos de 1918-1926. Como observará el lector, hay más continuidad que ruptura entre el Gramsci dirigente político y el de los Cuadernos de la cárcel. Conocerá sus juicios sobre la posguerra y cómo ya en 1925-1926 empezó a analizar históricamente el mussolinismo, como una consecuencia de la crisis del régimen liberal, a su vez causada por las debilidades estructurales del Estado unitario. En resumen, ya antes de su arresto, Gramsci llegó a la conclusión de que el fascismo era un producto de la historia italiana. Lo que hizo en la cárcel fue ahondar todavía más en ella y ver en el Risorgimento, más que en la Italia liberal, el inicio de las contradicciones que emergerían en la década de los años veinte. En último término, el fascismo fue para él un movimiento que recompuso, bajo formas políticas y socioeconómicas nuevas, el poder de las añejas clases dominantes italianas que habían entrado en crisis tras la Gran Guerra. El objetivo de esta última parte es que el lector identifique con la máxima precisión posible tanto la dimensión historiográfica del análisis político como la dimensión política del análisis historiográfico de Gramsci.
El libro acaba con una bibliografía que, aunque es amplia, no recoge la totalidad de los materiales que leí y consulté para este trabajo. Esto es especialmente relevante para la bibliografía sobre Gramsci, que en los últimos treinta años ha crecido de forma exponencial, aunque con una calidad desigual. He preferido seleccionar, y en muchos casos comentar, los títulos que considero realmente provechosos para que el lector amplíe por su cuenta el conocimiento de cada concepto del pensamiento de Gramsci.
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Antes de iniciar la lectura de esta monografía, conviene repasar la vida de Antonio Gramsci, sobre cuya etapa de los años veinte volveré en el último capítulo, y el proceso de elaboración y publicación de los Cuadernos de la cárcel. Nuestro autor nació en 1891 en Ales, un pueblo agrícola del centro de la isla de Cerdeña. Era el cuarto de siete hijos de Francesco Gramsci, funcionario público originario de Gaeta (Lacio), y Giuseppina Marcias, una joven sarda de clase media. La condición económica de los Gramsci fue relativamente buena hasta el arresto del padre en 1898 por irregularidades administrativas, a causa del cual fue condenado a cinco años de prisión y el resto de la familia tuvo que trasladarse al pueblo materno de Ghilarza. Para ayudar a su madre a llegar a final de mes, el joven Antonio hubo de trabajar en la oficina local del registro después de acabar la escuela primaria y pese a sufrir el mal de Pott, una forma de tuberculosis osteoarticular que −en caso de no ser diagnosticada y curada a tiempo− afecta permanentemente a la columna vertebral[5]. Por eso, Gramsci no superó el metro y medio de altura y siempre tuvo una salud delicada. En 1905, y no sin dificultades económicas, pudo reanudar sus estudios y completar el ciclo de secundaria: primero en Santu Lussurgiu y después en la ciudad de Cagliari, donde empezó a familiarizarse con el ideario socialista gracias a su hermano Gennaro, militante del PSI.
En 1911 se matriculó en la Facultad de Letras de la Universidad de Turín tras haber ganado una de las becas que el colegio Carlo Alberto de la capital piamontesa destinaba a los estudiantes de los territorios del antiguo Reino de Cerdeña. Sin embargo, las setenta liras mensuales de la beca resultaron enseguida insuficientes para cubrir necesidades básicas como la calefacción y una alimentación digna, lo cual afectó su salud física y su rendimiento académico. De facto, en 1915 Gramsci dio por acabada su experiencia universitaria. Con todo, la universidad turinesa le marcó para siempre, puesto que le proporcionó rigor intelectual y en sus aulas trabó amistad con estudiantes socialistas que le empujaron a afiliarse al PSI en 1913. Asimismo, en sus círculos de debate aprendió a rechazar el positivismo dominante en la cultura italiana y en amplios sectores del PSI (que lo utilizaban como justificación teórica para impulsar una política estrechamente reformista). Hasta el fin de la Gran Guerra, el socialismo de Gramsci tuvo una fuerte orientación idealista, deudora del magisterio de Benedetto Croce (1866-1952), referente de la cultura liberal capaz de influir en algunos núcleos socialistas por su valorización de la voluntad humana como principal motor del cambio político. Como precisaré en el libro, en la cárcel Gramsci se posicionó tanto en contra del voluntarismo subjetivista como del economicismo determinista.
En 1915, Gramsci optó por dedicarse al periodismo profesional en los órganos de información del socialismo turinés como Il Grido del Popolo y la edición piamontesa de Avanti!, donde publicó centenares de artículos sobre la vida cultural local y el clima político italiano. Su manera de ejercer el periodismo, con muchos datos y un estilo punzante, le dio a conocer en el socialismo peninsular y en los ambientes del liberalismo piamontés más avanzado. En 1917, el año de las grandes huelgas de la clase obrera turinesa contra la guerra y de la revolución bolchevique en Rusia, Gramsci radicalizó su pensamiento político. Junto a Angelo Tasca, Umberto Terracini y Palmiro Togliatti, jóvenes socialistas que había conocido en la universidad, fundó en 1919 L’Ordine Nuovo, semanario que se propuso estudiar la moderna realidad industrial y vio en la labor de los delegados en las empresas y en los barrios («comités de fábrica» y «comités de barrio») el embrión de una democracia obrera inspirada en los soviets rusos. En enero de 1921, todo este grupo participó en la fundación del Partido Comunista de Italia, inicialmente dirigido por Amadeo Bordiga, cuyo radicalismo ideológico le llevó a chocar con el mismo Lenin. En 1923, Gramsci fue enviado a Moscú como representante del partido ante la Internacional Comunista. Allí conoció a la ciudadana rusa Julia Schucht, con la que se unió sentimentalmente y tuvo dos hijos, Delio y Giuliano (nacidos respectivamente en 1924 y 1926). Tras una breve temporada en Viena y después de ser elegido diputado en las elecciones generales de abril de 1924, volvió a Italia. En el verano de ese año fue nombrado secretario general del PCdI y luchó contra la pasividad de los partidos democráticos ante la crisis que estaba experimentando el gobierno de Benito Mussolini después del asesinato del diputado socialista Giacomo Matteotti a manos de una escuadra fascista. Entre 1925 y 1926, mientras el fascismo recuperaba impulso y aceleraba la construcción de la dictadura con la aquiescencia de la monarquía, Gramsci consolidó su liderazgo en el PCdI, reorientó la estrategia de este en el congreso celebrado en Lyon en enero de 1926 y completó el ensayo Algunos temas sobre la cuestión meridional. Aun siendo diputado del Reino, fue arrestado el 8 de noviembre de 1926 una vez que Mussolini, después de sobrevivir a un atentado perpetrado por un estudiante anarquista, ordenara la ilegalización de los partidos de la oposición y la detención de la cúpula comunista.
A partir de entonces, comenzó su periplo carcelario: después de pasar un mes en la cárcel romana de Regina Coeli, fue desterrado durante unas semanas a la isla siciliana de Ustica y al final fue trasladado a la cárcel de San Vittore de Milán en enero de 1927. Aquí se le autorizó a recibir libros y revistas del exterior gracias a una cuenta que Piero Sraffa, amigo y economista cercano a John Maynard Keynes, le abrió en la librería Sperling & Kupfer de la capital lombarda. En la primavera de 1928 fue procesado por el Tribunal Especial para la Defensa del Estado fascista bajo las acusaciones de «actividad conspirativa, de instigación a la guerra civil, de apología del delito y de incitación al odio entre las clases», por las que fue condenado a veinte años, cuatro meses y cinco días de prisión. En julio del mismo año, fue enviado a la casa penal de Turi (Bari), donde en enero de 1929 obtuvo la autorización para mantener parte de los libros que recibía de la librería Sperling & Kupfer y escribir en su celda individual. Entre febrero de 1929 y julio de 1931 redactó los primeros siete cuadernos, mayoritariamente misceláneos, hasta que en agosto de 1931 padeció una hemoptisis aguda. Por otra parte, en la cárcel Gramsci sufrió también una arteriosclerosis precoz y tuvo problemas de insomnio y de uricemia crónica.
La crisis de salud de agosto le obligó a acelerar y reorganizar su programa de estudio mediante la elaboración de «cuadernos especiales» que agrupaban y desarrollaban (y a veces añadían) notas sobre un mismo tema[6]. De modo que, entre finales de 1931 y finales de 1932, Gramsci redactó a la vez cuadernos misceláneos (los 14, 15 y 17) y cuadernos especiales (los 8, 9, 10, 12 y 13)[7]. En cualquier caso, estos últimos superan solamente en parte los cuadernos misceláneos anteriores, porque no todas las notas fueron agrupadas temáticamente y porque hay que recordar que los Cuadernos de la cárcel forman un conjunto complejo y orgánico que tiene que estudiarse en su totalidad.
Esta segunda fase del trabajo terminó con una crisis de arteriosclerosis acaecida en marzo de 1933, de la que Gramsci nunca acabó de recuperarse y que mermó su productividad intelectual. Gracias a una gestión de su hermano Carlo con el equipo médico de Mussolini, obtuvo el permiso para trasladarse a la clínica del doctor Giuseppe Cusumano en Formia (Lacio), a la cual llegó en diciembre de 1933 y donde pudo completar otros doce cuadernos especiales (los que van del 18 al 29). Esta última etapa de estudio y escritura se cerró hacia junio de 1935. Dos meses después, Gramsci fue trasladado a la clínica Quisisana de Roma, en la que permaneció en libertad condicional e interrumpió definitivamente su trabajo. Apenas le quedaron fuerzas para escribir cartas a su familia. Murió de una hemorragia cerebral el 27 de abril de 1937.
Recuperados por la cuñada Tatiana Schucht, los cuadernos carcelarios de Gramsci fueron custodiados por el PCdI en Moscú hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Bajo la supervisión de Palmiro Togliatti (1893-1964), sus notas fueron agrupadas por temas y publicadas en seis volúmenes independientes con los siguientes títulos: Il materialismo storico e la filosofia di Benedetto Croce (1948); Gli intellettuali e l’organizzazione della cultura (1949); Il Risorgimento (1949); Note sul Machiavelli, sulla politica e sullo Stato moderno (1949); Letteratura e vita nazionale (1950); Passato e presente (1951)[8]. Se trata de la célebre «edición temática» de los Cuadernos, tan discutida como útil para dar a conocer a Gramsci como uno de los grandes pensadores marxistas y de la cultura italiana tout court. En aquella época, cualquier otra presentación del material gramsciano hubiese obtenido el efecto contrario dada la fragmentariedad de las notas. En todo caso, fue el mismo Togliatti quien, en 1962, autorizó la preparación de una «edición crítica» que presentara la totalidad de los cuadernos tal y como los redactó Gramsci[9]. El largo trabajo del Instituto Gramsci coordinado por Valentino Gerratana fue publicado en 1975 por la editorial Einaudi[10]. Fue traducido al castellano y fue publicado en seis tomos por la editorial mexicana Era entre 1981 y 2000[11]. Esta última es la edición que he utilizado para mi trabajo. De cada cita de los Cuadernos de la cárcel he señalado: el número del cuaderno, el número de la nota, el número del tomo y la(s) página exacta(s). Solo he sustituido, para agilizar la lectura de los capítulos, el signo de sección «§», hoy en desuso y que utilizó Gramsci en la prisión, con la palabra «nota». Verbigracia, cuando aparece en este libro el sintagma «nota 2», se entenderá lo que en la edición crítica en castellano se indica con «§ <2>»[12]. Así, el lector interesado en ir a la fuente original localizará rápida y fácilmente cada cita gramsciana.
Notas
[1] El Partido Comunista de Italia, nacido en enero de 1921 de una escisión de los militantes más radicales del Partido Socialista Italiano, en 1943 cambió su nombre por el de Partido Comunista Italiano a raíz de la disolución de la Internacional Comunista decretada por Stalin. En el capítulo 1, utilizaré este último nombre para referirme a cuestiones de su historia posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
[2] De estos 33 cuadernos, cuatro fueron destinados a las traducciones del alemán y del ruso que Gramsci realizó en la cárcel y utilizó en algunas de sus notas. Ergo, los cuadernos en que explicitó su pensamiento son 29.
[3] Sobre los diferentes tipos de escrituras y el carácter unitario de las notas gramscianas, remito al lector al texto de Raul Mordenti, «“Quaderni del carcere” di Antonio Gramsci», en Alberto Asor Rosa (dir.), Letteratura Italiana. Le Opere, vol. IV, tomo 2, (Turín: Einaudi, 1996), pp. 553-629.
[4] Volveré sobre los «cuadernos especiales» al final de esta introducción.
[5] Gramsci estuvo convencido de que la deformación de su columna vertebral se debía a una presunta caída sufrida a los cuatro años de edad. Por una investigación que los estadounidenses Joseph Buttigieg y Dante Germino realizaron en los años noventa, sabemos hoy que su problema era el mal de Pott. En cuanto a la juventud de Gramsci en Cerdeña, es todavía válido el libro de Giuseppe Fiori, Vida de Antonio Gramsci (Barcelona: Península, 1968), pp. 7-80. Sobre su vida a partir de la llegada a Turín, mejor utilizar la reciente biografía de Angelo D’Orsi, Antonio Gramsci. Una nuova biografia (Milán: Feltrinelli, 2017).
[6] Por ejemplo, y como se verá en el libro, el cuaderno especial 19 reúne muchas de las notas de Gramsci sobre el Risorgimento y la Italia liberal, aunque es claramente insuficiente para dar cuenta de su reflexión respecto del proceso de unificación.
[7] En castellano, una guía útil para seguir la cronología y la diversificación de los Cuadernos es la de Nando Zamorano, «Introducción al estudio de los “Quaderni del carcere” de Antonio Gramsci», Mientrastanto, n.º 189 (2019), consultable online en: http://www.mientrastanto.org/boletin-182. Sobre la misma cuestión, una lectura más exigente pero rica y atractiva es: Francioni, Gianni, L’officina gramsciana. Ipotesi sulla struttura dei Quaderni del carcere (Nápoles: Bibliopolis, 1984).
[8] Los seis volúmenes fueron publicados por Einaudi. De su edición se encargó el dirigente comunista Felice Platone, que trabajó en contacto con Togliatti. Sobre la recuperación, custodia y publicación en 1948-1951 de los cuadernos gramscianos, véanse: Vacca, Giuseppe, «Introduzione», en Chiara Daniele (ed.), Togliatti editore di Gramsci (Roma: Carocci, 2005), pp. 13-54; Chiarotto, Francesca, Operazione Gramsci. Alla conquista degli intellettuali nell’Italia del dopoguerra (Milán: Bruno Mondadori, 2011), pp. 64-149.
[9] Vacca, «Introduzione», p. 51.
[10] Gramsci, Antonio, Quaderni del carcere, edizione critica dell’Istituto Gramsci, a cura di Valentino Gerratana, (Turín: Einaudi, 1975).
[11] Gramsci, Antonio, Cuadernos de la cárcel, edición crítica del Instituto Gramsci, a cargo de Valentino Gerratana; traducción al castellano de Ana María Palos revisada por José Luis González (México D.F.: Ediciones Era, 1981-2000). Los últimos dos tomos fueron publicados en 1999-2000 por Ediciones Era junto a la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
[12] Para ahorrar espacio, en el libro también abreviaré la palabra cuaderno con «c.». Por poner un ejemplo, para señalar una cita contenida en el cuaderno 7, indicaré este último con la forma «c. 7».