El artículo analiza los usos del pensamiento de Antonio Gramsci entre jóvenes comunistas catalanes/as y argentinos/as entre 1950 y 1975. Estos jóvenes universitarios/as mantuvieron vínculos conflictivos con la veterana dirección político-cultural del Partido Comunista Argentino y del Partido Socialista Unificado de Catalunya. En un híbrido y complejo proceso entre modernización cultural y radicalización política, recurrieron al pensamiento gramsciano para renovar la tradición marxista, oponerse a la orientación político-cultural partidaria y fundamentar opciones políticas.
Palabras claves
Antonio Gramsci; recepción; jóvenes; comunismo; Argentina; Catalunya.
Uses of Antonio Gramsci in Catalonia and Argentina: young communistsin a generational conflict (1950-1975)
Abstract
The article analyze the uses of Antonio Gramsci’s thinking between young Catalan and Argentine communists between 1950 and 1975. These young university students maintained conflicting links with the veteran political-cultural leadership of the Argentine Communist Party and the Unified Socialist Party of Catalunya. In a hybrid and complex process between cultural modernization and political radicalization, they resorted to Gramscian thinking to renew the Marxist tradition, to oppose party-oriented political-cultural orientation and to substantiate political options.
Key words
Antonio Gramsci; receptión; young; communism; Argentina; Catalunya.
A modo de introducción
Desde la historia intelectual, el artículo aborda la recepción del pensamiento de Antonio Gramsci (1891-1937) entre jóvenes que participaron conflictivamente del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) – brazo catalán del Partido Comunista Español (PCE)- y del Partido Comunista Argentino (PCA) durante los años 1950-1975. A través del análisis de las trayectorias y producciones de estos jóvenes así como de las revistas culturales y partidarias que animaron, se reconstruyen usos de la obra gramsciana.
Si bien existe un nutrido número de ensayos o investigaciones en torno a los usos de Gramsci en Argentina[1] y en Catalunya o España[2] que comprenden los años 50 hasta mediados de los 70, lo cierto es que no se suele reconstruir conjuntamente tales usos. La indagación conjunta del itinerario de Gramsci por tierras catalanas y argentinas es relevante porque, entre otras razones, las ciudades de Barcelona (España), Buenos Aires y Córdoba (Argentina) representaron espacios pioneros a escala internacional en la labor con los manuscritos gramscianos. Estas ciudades constituyeron las principales puertas de entrada en los años 50/60 a la cultura de izquierda y a los debates gramscianos en sus países al cumplir una serie de requisitos: universidades importantes; una izquierda estudiantil e intelectual numerosa; la existencia de una serie de revistas culturales y editoriales que habilitaban la circulación impresa de las ideas; la presencia de un reducido grupo de intelectuales al interior de los partidos comunistas sensibles a las novedades provenientes de cultura italiana y al pensamiento gramsciano.
La indagación comienza en 1950 y abarca hasta 1975. Alrededor de los años 50, tanto en el PCA como en PSUC, ingresaron un conjunto de jóvenes universitarios, algunos de los cuales comenzarán a explorar el pensamiento gramsciano y animarán polémicas con la generación comunista precedente a cargo de la dirección política-cultural. El año 1975, señala la tendencial clausura de un ciclo de debates en torno a Gramsci (algunos de los cuales aborda el artículo) y la apertura de otro marcado por preocupaciones relativas a la cuestión democrática, la reflexión sobre las derrotas o la revisión de conceptos del paradigma marxista. En otras palabras, hacia mediados de los años 70 en el marco de la denominada crisis del marxismo, el viraje eurocomunista de buena parte de los principales partidos comunistas europeos occidentales y la clausura de los proyectos emancipatorios en América del sur como así también el deterioro físico del dictador Franco y el inicio del denominado proceso de transición a la democracia en España, Gramsci será llamado para dirimir una agenda sensiblemente distinta a los largos años 60.
El artículo reconstruye los usos de Gramsci entre 1950 y 1975, fundamentalmente, entre jóvenes comunistas que participaron conflictivamente del PSUC y el PCA. Si bien un estudio comparado que demandaría la desagregación de una serie de variables y dimensiones de análisis excede las posibilidades del artículo, el escrito postula la hipótesis que los usos de Gramsci en Catalunya y Argentina durante el período de estudio mantuvieron una condición común: el conflicto intergeneracional al interior de los partidos comunistas. Gramsci formó parte de las referencias político-teóricas de jóvenes que recién se incorporaban a las filas comunistas, para polemizar con las veteranas direcciones políticas en el afán de renovar los contornos de la crítica política. En rigor, tal conflicto político que decantará en marginaciones o expulsiones sería posible ubicarlo dentro de una trama cultural más vasta que comienza hacia mediados de los años 50 y puede visualizarse tanto en Argentina como Catalunya: la encarnación por parte de franjas juveniles de dinámicas de modernización sociocultural que impugnaron el orden vigente expresado, en sus múltiples dominios, por la generación precedente.[3] Este conflicto intergeneracional atravesó a la cultura política comunista argentina y catalana y, específicamente, animó los usos de Gramsci por parte de los “recién llegados” a las estructuras partidarias que a partir de la experiencia universitaria (en un sentido amplio) accedieron a corrientes y debates teóricos desconocidos, en buena medida, por la vieja guardia comunista. Si bien el conflicto generacional en las sociedades no resulta inevitable, ni constante, hacia los años 50/60 adquirió una densidad particular y jalonó la formación política de las y los jóvenes comunistas que emplearon el acervo gramsciano. En otras palabras, estos/as jóvenes que hacían sus primeras armas en el mundo comunista ingresaron en agudos conflictos con la generación precedente formada en un contexto internacional marcado por el triunfo de la Revolución Rusa, la lucha contra el fascismo, el nazismo o la Guerra Civil. Si bien el concepto de “situación generacional” propuesto por Mannheim corre el riesgo de unificar las perspectivas y experiencias de un mismo grupo etario, puede resultar útil para distinguir entre la sensibilidad vital de ambas franjas de militantes que convivieron en los partidos comunistas[4]. En el caso de las nuevas camadas, su cultura juvenil permaneció permeada por las dinámicas de modernización cultural de los 50/60 que se entremezclaron con procesos de radicalización política. Este prisma, signó el conflicto con la generación comunista precedente y los usos de Gramsci por parte de las nuevas promociones comunistas en Argentina y Catalunya[5].
En la investigación de la recepción de escritos, como los gramscianos en este caso, es preciso distinguir el campo de origen del de recepción, dando cuenta de los intereses específicos en pugna del último como también de las marcaciones e interpretaciones de los/as receptores/as[6]. Existe un carácter productivo en la lectura y en los usos de una obra que sólo es inteligible a través de relevar su condición histórica[7]. Asimismo, se considera que el esfuerzo analítico no debe centrarse en develar empleos correctos e incorrectos en referencia a una interpretación válida, sino en comprender modalidades y condiciones de posibilidad socio-históricas y socio-políticas de determinados usos; en dilucidar la porosa frontera entre las operaciones sobre las obras y la estela de elementos estéticos, políticos o culturales sobre la que estas operaciones intervienen.[8]Específicamente, la reconocida aseveración “usos de Gramsci” introducida tempranamente por Portantiero para subrayar las versátiles adpataciones políticas del legado gramsicano resulta de interés, porque invita a explorar los empleos de jóvenes comunistas en Catalunya y Argentina de una manera activa y atenta a las exigencias políticas[9].
El manuscrito expone resultados producidos a través de un enfoque cualitativo, esto es, un enfoque que buscó reconstruir la trama y el sentido del empleo de Gramsci por jóvenes intelectuales comunistas entre 1950 y 1975. Para tal fin, se desplegaron estrategias y técnicas metodológicas de corte cualitativo. Concretamente se recolectaron datos mediante la indagación documental. Entre las fuentes, se jerarquizaron las revistas culturales de la época en que participaron jóvenes comunistas, tal como Cuadernos de Cultura, Pasado y Presente, Quaderns de cultura o Nous Horizonts. Se asume que estos artefactos operaron como espacios de agregación de jóvenes intelectuales donde dirimieron tensiones o rupturas con la generación comunista a cargo de la dirección político-cultura del partido. Particularmente porosas a los conflictos y debates de la esfera pública, este tipo de publicaciones suelen conformarse como una ventana privilegiada para la reconstrucción de las polémicas que animan la recepción de autoras o autores.[10] En la interfaz entre el plano cultural y político, las revistas suponen estrategias abiertas y cambiantes que son aprehensibles no tanto en las editoriales como en la sintaxis siempre porosa a las coyunturas que se pretenden moldear[11].
Antonio Gramsci entre generaciones de comunistas argentinas/os
En plena adhesión a la revolución de Octubre, se funda en Buenos Aires en 1918 el Partido Socialista Internacional que en 1920 asumirá el nombre de PCA. Si bien en su larga historia el PCA ha contando con innumerables disputas y fraccionamientos, existió un persistente núcleo directivo encarnado, desde los años 20 y por más por más de cincuenta años, en las personas del italo-argentino Victorio Codovilla (1891-1970) y Rodolfo Ghioldi (1897-1985).
Héctor P. Agosti
Otra figura decisiva en la política partidaria, fundamentalmente en el plano cultural, constituyó Héctor P. Agosti (1911-1984) que ingresó al Partido en 1928. Sensible a la cultura italiana y con un prolifera producción, paulatinamente se convirtió en el intelectual más importante y requerido del Partido pero también, “a pesar” de su condición comunista, en una figura genuinamente reconocida por la intelectualidad liberal-democrática. En los años 50, como Secretario de Cultural del PCA, sus iniciativas fueron múltiples. A partir del número 7 (julio de 1952), aparece como co-director (junto a Julio Peluffo y Roberto Salama) de la principal revista teórica y cultural partidaria: Cuadernos de Cultura que había iniciado una nueva etapa (1950-1967)[12]. Aunque mantuvo una preferencia por la literatura de factura soviética y francesa, Agosti se esforzó por abrir la publicación a la cultura italiana lo que se notó en la frecuente alusión a Gramsci, aunque prácticamente no se incluyeron escritos del genio sardo. De hecho, en la colección de Cuadernos de Cultura,desde su primer número de la tercera época (agosto de 1950) hasta el 66 (enero-febrero de 1964, cuando, como se verá más adelante, la polémica en torno al pensamiento de Gramsci se cerró con la expulsión de los jóvenes miembros de Pasado y presente) sólo fue publicado un artículo del comunista italiano: una breve crónica teatral sobre Pirandello (n° 29, mayo de 1957, pp. 104–107). Esta introducción a través de la veta artística, por cierto, denotaba su marginalidad en la cultura comunista, porque dejaba a Gramsci por fuera de los debates o cuestiones de estricto orden político.
En 1951, Agosti realizó la primera recepción productiva en Argentina y América Latina de Gramsci a través de su libro Echeverría publicado en Buenos Aires por la editorial Futuro. En su ensayo, se asentó de manera pionera y reiterada en el revolucionario sardo, concretamente en la edición temática de los Quaderni recientemente publicada en Italia y a la que accedió rápidamente (al igual que a Lettere dal carcere)[13]. Recuperó el análisis gramsciano del Risorgimiento para abordar la cultura nacional del siglo XIX, especialmente esclarecer las razones que habían hecho de la Revolución de Mayo de 1810 una “revolución interrumpida”, esto es, una revolución encabezada por una burguesía que se limitó a obtener una emancipación política de la colonia española pero no social, perdurando así las estructuras de un orden antiguo[14]. El andamiaje gramsciano permitía también marcar las sendas de intervención: el terreno cultural y el papel de los intelectuales se dibujaba decisivo para la unificación de la nación en una clave popular y sustituir los resabios feudales.
La apertura a la cultura italiana de Agosti constituía un gesto hereje para el linaje comunista local. La dirección del PCA siempre la había relegado e insistido en su afinidad con la ortodoxia soviética. Síntoma de esta orientación heterodoxa son los textos reunidos en su libro Defensa del realismo (1945) donde, a diferencia del realismo propugnado por la URSS desde los primeros años 30, Agosti se alineó con el neorrealismo italiano. En esta obra es posible entrever una serie de nudos políticos-teóricos que luego serán profundizados y apoyados con el conocimiento de Lettere dal carcerey Quaderni. Entre ellos, la sensibilidad por situar al marxismo en diálogo con las corrientes modernizadoras del campo intelectual y artístico. El comunista argentino recordará, años más tarde, que en los debates con sus correligionarios adherentes a la política-cultural zhdanovista, refería al argumento gramsciano en Lettere dal carcere acerca de que una persona inteligente y moderna no debía cerrarse sino más bien abrirse y valorar en su justa medida las contribuciones estéticas de los denominados clásicos de la cultura burguesa[15]. Tal vez motivado por estas polémicas, Agosti impulsó, a través de la editorial Lautaro (un sello oficioso, aunque no oficial del Partido), la primera traducción mundial de las Lettere dal carcere en 1950(traducción de Gabriela Moner, con prólogo de Gregorio Bermann).
El derrocamiento del segundo gobierno de Juan Domingo Perón en septiembre 1955 a través de la denominada Revolución Libertadora que adquirió rápidamente un tono marcadamente antipopular y finalmente no resultó una solución a los “excesos” del peronismo, desató un profundo proceso de revisión en buena parte de la cultura de izquierda vernácula. Comenzó a estructurarse un espacio intermedio entre las posturas liberales, la izquierda tradicional y la ortodoxia peronista. En el caso particular del comunismo, la línea de pensamiento que propugnaba la “defensa de la cultura” ante la barbarie fascista-peronista desde una matriz liberal, comenzó a mostrar sus límites. A su vez, el proceso de masificación de las universidades y la modernización del ámbito cultural producían presiones e impugnaciones al PCA, al menos en dos sentidos. Por un lado, se asistía a una diversificación de expresiones críticas. En las décadas del 30, 40 y gran parte del 50, la cultura marxista estuvo ligada fundamentalmente al PCA; monopolio que fue perdiendo entrados los 50. Por otro, se operaba un cambio morfológico en el espacio intelectual comunista: nuevos y jóvenes intelectuales que provenían del ámbito universitario habían ingresado al Partido a fines de los 40 o durante los años 50. Junto al tradicional modelo de intelectual de partido que servía como blasón de legitimidad, emergía, en sintonía con los procesos acaecidos en la mayor parte de los partidos comunistas occidentales a inicios de los 50 y 60, una nueva especie: el intelectual en el partido, dispuesto a reclamar un rol específico en la elaboración de la estrategia de la organización[16].
Para los y las jóvenes comunistas, la experiencia universitaria de los años 50 y 60, más allá de sus discontinuidades o expulsiones, resultó decisiva como instancia de socialización y acercamiento a renovadas corrientes y circuitos culturales de la época signados por un inaudito auge del debate marxista. Moscú ya no constituyó un inexorable centro en materia de adscripción político-cultural. Además, algunos/as de estos/as jóvenes universitarios cursaron estudios de posgrados, fundamentalmente en Francia, lo que constituía otra instancia para acceder a novedades teóricas. De este modo, contaron con vías privilegiadas para acceder a las nuevas expresiones político- culturales y, específicamente, a un acervo que volvió obsoleto a las herramientas críticas de la generación comunista precedente.
Con una acertada lectura de las exigencias que se vertían en el terreno político-cultural, Agosti tejió alianzas con jóvenes comunistas radicados en Bs. As. como Juan Carlos Portantiero (1934-2007) o en Córdoba como José Aricó (1931-1991) y Héctor Schmucler (1931-2018) para impugnar otras expresiones del arco de izquierda desde el prisma comunista pero también para renovar el marxismo al interior del Partido. Estos jóvenes hacia fines de los 50 o principios de los 60 adscribieron profusamente a los cánones teóricos partidarios que luego cuestionarán al calor de la radicalización[17]. Ante las presiones revisionistas de los nuevos intelectuales comunistas sobre el lugar y tareas de los intelectuales en el Partido, Agosti buscó articular y canalizar en torno a su figura una respuesta capaz de superar el tratamiento administrativo e instrumental con que la dirección solía tratar el asunto. Por primera vez en su historia, el PCA aceptó convocar a la Primera Reunión de Intelectuales Comunistas celebrada finalmente en septiembre de 1956 que tuvo a Agosti como animador principal[18]. En línea con los preceptos gramscianos, el Secretario de Cultura huía de las codificaciones economicistas, positivistas y obreristas al valorizar el papel de los intelectuales y de las ideas en los procesos de cambio social, al tiempo que deambula por una tensión que estallará años más tarde en las filas juveniles: subrayaba el carácter creativo y anti dogmático del trabajo de los intelectuales comunistas que debían comprender y aplicar el marxismo-leninismo al examen concreto y original de los fenómenos argentinos pero, al mismo tiempo, debían trabajar en el seno del Partido y sus preceptos. En esta voluntad por examinar la concreta realidad, se servía de la díscola cultura italiana y de Gramsci, a quien invitaba a leer, presuponiendo así una benévola recepción entre dirigentes comunistas que era más bien dudosa[19].
Nación y cultura, de Hector P. Agosti
Tal vez motivado por estos fundamentos y las persistentes marcas gramscianas del libro que había iniciado en 1956 y verá luz en 1959, Nación y cultura, Agosti organizó en Buenos Aires la primera traducción internacional de la versión temática de los Quaderni entre 1958-1962 a través de la editorial oficiosa Lautaro. Avezados intelectuales comunistas junto con nuevas camadas, formaron parte de la iniciativa. La editorial reprodujocuatro de los seis libros de laedición italiana: El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce (1958, traducción de Isidoro Flaumbaun, prólogo de Héctor Agosti); Los intelectuales y la organización de la cultura (1960, traducción de Raúl Sciarreta); Literatura y vida nacional (1961, traducción de José Aricó, prólogo de H. Agosti)[20]; Notas sobre Maquiavelo, la política y el Estado moderno (1962, traducción y prólogo de José Aricó). Esta labor de dar a conocer a Gramsci adoleció de mantenerse ajena a la tradición y cultura comunista local, comprometiendo sólo a un sector muy limitado de sus intelectuales. La difusión del comunista italiano a través de Lautaro denotaba su marginalidad partidaria, pues las editoriales dedicadas específicamente a la difusión de los “clásicos” del marxismo y de la literatura oficial, como Cartago o Anteo, no reprodujeron ninguna obra del revolucionario sardo.
Si en sus libros Nación y Cultura y Mito Liberal, ambos publicados en 1959, las preocupaciones de Agosti giraban alrededor de mostrar los límites de la intelectualidad liberal para las tareas democrático-burguesas y diseñar un programa comunista capaz de retomar el perdido vínculo con el pueblo-nación, es posible aventurar que la Revolución Cubana (1959) y su posterior radicalización, trastocaron el escenario. En rigor, ahondaron el proceso de revisión de la izquierda en un doble sentido: multiplicación de intervenciones críticas en animosidad a la izquierda tradicional y aumento de las presiones de los jóvenes comunistas. Alrededor de la rebeldía cubana se anudó un vendaval impugnatorio que alcanzaba al corazón de la estrategia política comunista: demostraba no sólo la viabilidad de la revolución sin la centralidad de los PCs sino que además enfatizaba el elemento vanguardista en los procesos históricos nacionales y desarmaba el esquema etapista soviético.También contaba con otra condición gravitante en las nuevas camadas intelectuales: su condición juvenil e irreverente.
Agosti comandó la tarea de respuesta a la ola de cuestionamientos: el n° 50 (noviembre–diciembre de 1960) de Cuadernos de Cultura llevaba por título Qué es la izquierda y reunió las contribuciones de una pléyade de intelectuales. Bajo el despectivo rótulo de “neoizquierda”, el PCA cuestionó a un amplio espectro de tendencias que perseguían la renovación político–teórica. En su contribución para el número, Agosti proporcionó otra clave de lectura de Gramsci: defensor de la tradición marxista-leninista y del partido revolucionario. Si unos pocos años atrás el comunista italiano fundamentaba el diálogo desde el marxismo con otros corrientes o expresiones ideológicas, ahora servía de resguardo ante la impugnación que asolaba al PCA. Agosti pasaba a subrayar que la actividad intelectual era insondable por fuera de la estructura partidaria, “por ese ‘intelectual colectivo’ que surge de la precisa definición de Gramsci” (p. 64). Este paulatino abroquelamiento comandado por el intelectual más audaz y sensible a los problemas intelectuales del Partido, agudizará paulatinamente las tensiones con los jóvenes comunistas, eclipsados por la rebeldía cubana[21].
A inicios de 1963, jóvenes comunistas decidieron impulsar en la ciudad de Córdoba una revista cuyo nombre evidenciaba una reminiscencia gramsciana: Pasado y Presente (nueve números en seis volúmenes entre abril–junio de 1963 y septiembre de 1965) bajo la dirección de Oscar del Barco (1928) y Aníbal Arcondo (1934-2003). La iniciativa contó con el visto bueno del Partido, concretamente, de su referente teórico en la organización: Agosti. Pero luego de su primer número, el PCA dispuso su clausura y la expulsión de sus protagonistas, entre ellos: José Aricó, Héctor Schmucler y Oscar del Barco. La animosidad del partido hacia esta fracción juvenil cordobesa también se expresó en la revista partidaria Cuadernos de Cultura. Entre los números 58 (julio–agosto de 1962), 59 (septiembre-octubre de 1962), 60 (noviembre – diciembre, 1962) y 63 (mayo–junio de 1963) es posible reconstruir una polémica entre la línea oficial del comunismo encarnada por Raúl Oliveri y Raúl Sciarreta acerca de la noción de objetividad en el marxismo y los jóvenes dispuestos a tensionar los cánones partidarios[22]. La perspectiva de los primeros, anclada en un canónico filón marxista–leninista y fiel al Lenin de Materialismo y empirocriticismo, fue impugnada por la heterodoxia de aquellos jóvenes (a través de la pluma de Oscar del Barco) que se apoyaban en Gramsci y otras corrientes renovadoras del marxismo para arremeter contra el núcleo epistemológico soviético: la teoría del reflejo leninista. En su número 63, el partido reafirmaba la línea político-teórica y solicitaba una “autocrítica”, una “retracción” por parte de estos jóvenes.
La exigencia no sólo fue desoída, sino que además la polémica se yuxtapuso con el primer número de la revista Pasado y Presente que abrió con un artículo de Aricó: una suerte de editorial que establecía los alcances, fundamentos y propósitos del emprendimiento[23]. En el escrito sobresalía una preocupación típicamente agostiano-gramsciana: la unidad entre la intelectualidad revolucionaria y el pueblo, entre escritores y territorio nacional. Entre la desolación y un indisimulado orgullo, Aricó afirmaba además la aparición de una nueva generación intelectual “que no reconoce maestros” caracterizada por su espíritu renovador. Trasuntaba uno de los propositivos decisivos del grupo cordobés: una reforma doctrinal cuyo núcleo estratégico era el despliegue de todo aquello que ellos conocían y el partido ignoraba.[24]En su largo artículo, el joven cordobés dejaba a entrever el conflicto que atravesaba el Partido, al advertir que la izquierda debía comprender a la dinámica generacional (entrecomillaba la acepción “viejos” y “jóvenes”), como parte de su esfuerzo por renovarse, por modernizarse, por superar lo envejecido. La cuestión generacional tan largamente evocada por aquellos años, era empeñada por Aricó para explicar el surgimiento de una nueva promoción de jóvenes intelectuales dispuestos a revisar los contornos de la crítica comunista. Si la frontera entre juventud y vejez en todas las sociedades es objeto de recurrentes luchas y, de manera más precisa, cada campo tiene sus leyes específicas de envejecimiento[25], es posible contemplar el artículo de Aricó como una operación en la intersección del campo político-intelectual que a través de manipular el dato biológico de la edad, le atribuía a las nuevas camadas la capacidad de renovación y apresuradamente envejecía a la dirección político-cultural partidaria.
Como se apuntó, después del primer número, los disconformes cordobeses fueron expulsados y los debates en torno a Gramsci en el PCA se clausuraron. La ruptura con el PCA no alcanzó sólo a este grupo, sino que implicó a un nutrido número de militantes, capitaneados en el caso de Bs. As. por el joven Juan Carlos Portantiero, que tenían una condición común: su juventud, la inserción universitaria y completa admiración por la gesta cubana. Luego de las divisiones de los años 20 y 30, constituyó el primer fraccionamiento importante del Partido. Agosti intentó mediar la sangría, pero la expulsión continuó su curso. Aunque con críticas al procedimiento de la dirección, el Secretario de Cultura optó por permanecer en el PCA donde desde los primeros meses de 1963 integraba formalmente el Comité Central: a través de la editorial del número 66 (enero-febrero de 1964) que llevaba por título “En Defensa del marxismo” (pp. 1-10) arremetió, sin referencia alguna a Gramsci, contra “las novedades que supuestamente se ofrecían como sustitutivas de la doctrina envejecida”. Aunque decidió romper todo vínculo con las nuevas camadas, lo cierto es que las líneas de renovación y apertura teórica hacia la cultura italiana y la obra de Gramsci en los años 50, resultarán decisivas en el camino emprendido por sus discípulos expulsados. Alejados del centro moscovita, estos jóvenes seguirán buscando en los años porvenir referencias en la cultura comunista, aunque en sus vertientes más heterodoxas: además del PCI, en el maoísmo, guevarismo o el Partido Comunista Francés, entre otras.
Cuadernos de Pasado y Presente nº 54
Ya fuera del PCA, la revista Pasado y Presente continuó su publicación hasta septiembre de 1965 y adquirió rápidamente importancia a nivel nacional, fundamentalmente por su calidad, originalidad y diversidad del material publicado. La cultura italiana ofició como referencia reiterada para cumplir la función modernizadora pero también para fundamentar la radicalización política[26]. En 1965, la editorial Proteo con sede en Bs. As. y estrechamente ligada a las renovadas expresiones intelectuales y al grupo pasadopresentista, publicó un sugestivo libro titulado Gramsci y el marxismo que recogía los principales ensayos presentados al Congreso de Estudios Gramscianos organizado por el Instituto Gramsci de Roma en 1958. La advertencia al libro, asumía a Gramsci como el pensador después de Lenin que más contribuyó al desarrollo del marxismo y se concebía como una suerte de introducción a sus Quaderni. La traducción estuvo a cargo del joven italiano Victorio Minardi que había dejado el PCA a inicios de la década del 60 y colaboraba con la herética revista La Rosa Blindada (nueve números entre 1964 – 1966), comandada por jóvenes comunistas que también fueron finalmente expulsados del Partido.
Ya sea por las dificultades para resolver su anclaje político[27] o por las condiciones generadas a partir del golpe militar de 1966 y las debilidades del grupo fundador que terminaban por alterar la regularidad de la revista[28], el colectivo juvenil comandado por Aricó decidió emprender la colección los Cuadernos de Pasado y Presente que consistió en la edición de 98 libros entre 1968 y 1983 (regularmente cada 45 días). Sus más de 900.000 ejemplares se editaron en distintas ciudades: del 1 al 12 en Córdoba (1968-1970); del 13 al 65 en Buenos Aires (1970-1975); del 63 al 98 en México (1976-1983)[29]. Esta empresa editorial constituyó una propuesta de lectura plural y abierta de la tradición marxista. La continuidad de la filiación gramsciana en su título, es posible atribuirla a la voluntad de los Cuadernos por medir y colocar en diálogo al marxismo con las renovadas expresiones políticas y culturales. Las ediciones no sólo inauguraron presencias de autores y autoras en lengua castellana. Además resultaban una suerte de libros inventados, es decir, composiciones de escritos agrupados bajo criterios propios del director de la colección. Esta operación resultaba un modo de contrarrestar un marxismo anquilosado, y bregar por otro que necesariamente debía resultar abierto para devenir crítico[30].
Aunque entre los 64 Cuadernos publicados entre 1968 y 1975 existieron alusiones a postulados gramscianos, hubo dos consagrados en buena medida a Gramsci que ilustran la hibridación entre el afán por la modernización cultural y la radicalización política de estos jóvenes. En primer lugar, el número 19 (octubre de 1970) que estuvo dedicado plenamente al pensamiento de Gramsci. En una saga modernizadora y apego por la cultura italiana, se colocaba al comunista italiano en diálogo con los debates de las ciencias sociales a través de recopilar contribuciones en revistas italianas (traducidas por José Aricó) de Luciano Gallino y Alessandro Pizzorno (ambas publicadas en el número XVI de Quadeni di Sociología, Turin, 1967) y un breve comentario de Régis Debray que había aparecido en el número doble 5/6 de Il manifesto (Bari, 1969). También el número reprodujo el apartado de Gramsci “Notas críticas sobre una tentativa de Ensayo popular de Sociología”. El cuaderno estaba abocado a mostrar los vínculos entre la obra de Gramsci y temas decisivos de la nueva y gravitante sociología como la primacía del consenso en el equilibrio de los sistema sociales.
El segundo Cuaderno que trabajó conceptos gramscianos fue el número 33 (agosto 1972), titulado Consejos obreros y democracia socialista .Recopiló discusiones mayormente del ámbito italiano de inicios de los 70. Estuvo precedido por una Advertencia a manos de Aricó que al tratar el vínculo entre las masas y el partido político mostraba distancia tanto del espontaneísmo anarquista como de la dictadura sobre el proletariado característica del autoritarismo stalinista. En un intento por integrar parcialmente las perspectivas de Lenin y Rosa Luxemburgo y seguramente animado por el combativo sindicalismo cordobés, Aricó se apoyaba en el momento consejista gramsciano: argumentaba que los consejos obreros no eran un mero agrupamiento de los proletarios para su defensa económica – corporativa (como los sindicatos) sino una unidad de productores que reivindicaban un pleno derecho al control de sus actividades y disolvía, de hecho, la burguesa separación entre economía y política. En el pretendido equilibrio entre dirección y espontaneidad, Aricó terminaba por inclinarse hacia el polo de la autoactividad de las masas, diluyendo así las mediaciones políticas del Partido. El Cuaderno cerraba con un texto de Gramsci, “El movimiento turinés de los consejos de fábrica” (de julio de 1920) extraído de la Antología (1970) del joven Manuel Sacristán editada en México por la editorial Siglo XXI. Por entonces, Aricó participaba de dicha editorial y dirigía la sección Biblioteca del Pensamiento Socialista. Fundada en el Distrito Federal en 1966 (un año más tarde abrió sus filiales en Argentina y España como distribuidoras), la editorial había publicado el libro de Sacristán y se proponía un trabajo triangulado entre México, Buenos Aires y Madrid a fin de difundir las principales novedades en literatura, ciencias sociales o políticas en el mundo hispanohablante[31]. Pero el hecho de compartir el sello editorial, no habilita a pensar la integración de una red intelectual entre Aricó y Sacristán, es decir, una forma de sociabilidad relativamente estable y animada por convicciones ideológicas o estéticas explícitamente comunes.[32] A pesar de compartir vínculos con la editorial Siglo XXI, no parecen haberse tejido relaciones asiduas entre ellos. Más bien, la apelación al texto de Sacristán por parte de Aricó presumiblemente responda a las características del trabajo político-editorial del último, signado por colocar a disposición trabajos marxistas para afrontar las aporías de las cambiantes coyunturas.[33]
El joven cordobés publicitó el libro de Sacristán entre las páginas de la revista Pasado y Presente que tuvo una efímera reaparición entre junio y diciembre de 1973 cuando se publicaron dos números (en rigor, tres números en dos volúmenes) de una “nueva serie”. El interés por el momento consejista de Gramsci aludido en el Cuaderno 33 prosiguió en esta nueva etapa. Aricó, el editor responsable de la publicación, había migrado de Córdoba a Buenos Aires, donde se editaba la revista a pesar de que la ciudad de Córdoba figuraba como dirección oficial. El retorno de la revista estaba apremiado por las exigencias políticas de una coyuntura signada por la crisis de la dictadura militar, la gravitación creciente de sectores de izquierdas, el triunfo electoral del peronismo en las elecciones de marzo y la asunción del presidente Cámpora el 25 de Mayo de 1973. La editorial, firmada colectivamente, del primer número de esta “nueva serie” se apoyaba en la perspectiva consejista gramsciana para impugnar, de modo implícito, a las tendencias predominantes en la organización política Montoneros, sobre la que se buscaba influir.[34] Nuevamente se volvía sobre la necesaria unidad gramsciana entre intelectuales y pueblo – nación. Tal perspectiva se fundamentaba teóricamente con un apartado de la revista denominado “Textos” que agrupaba un largo artículo de José Aricó (“Espontaneidad y dirección consciente en el pensamiento de Gramsci”) y una serie de manuscritos del líder sardo bajo el título “Democracia obrera y socialismo”.[35]La siguiente aparición de Pasado y Presente que unificó el n° 2 y el n°3 (julio–diciembre de 1973), se realizó sobre una escena crítica por la creciente gravitación del ala conservadora del movimiento peronista. Con una impronta gramsciana, la editorial firmada de nuevo colectivamente, volvía a augurar por un movimiento popular autónomo y organizado en una red de estructuras[36]. El ocaso de la revista sobrevino al declive de su propósito: los márgenes para una intervención política desde sus páginas se habían reducido considerablemente ante la considerable ascendencia del peronismo conservador. Hacia mediados de los setenta, la escena política se volverá particularmente represiva y comenzará el largo ciclo de los exilios de estos jóvenes intelectuales.
Antonio Gramsci entre jóvenes comunistas catalanas/es
A diferencia del resto de los partidos comunistas de la Europa Occidental que nacieron al calor de la formación de la III Internacional Comunista (IC), el PSUC se fundó en julio de 1936 en Barcelona, a pocos días de iniciada la Guerra Civil. El nuevo agrupamiento respondía a las consignas del VII Congreso de la IC celebrado entre el 25 de julio y el 20 de agosto de 1935 que instó a la creación del partido único del proletariado para enfrentar el auge del fascismo pero también para contrarrestar otras tendencias de izquierdas que, en el caso catalán, se anidaban alrededor del anarquismo y el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM)[37].
A mediados de los años 50, el PSUC/PCE estaba enrolado en la denominada política de Reconciliación Nacional: una propuesta destinada a reunir todas las fuerzas posibles para una solución democrática al problema español que permanecía en la línea con el esquema etapista de la revolución propio de la III Internacional. La propuesta que tendrá vigor hasta el final de la dictadura franquista estuvo dinamizada por antiguos dirigentes que se hicieron cargo de las dos organizaciones por aquellos años: en el caso del PCE, Santiago Carrillo (1915-2012) fue elegido Secretario General en 1960, aunque controlaba el Partido desde 1954-1955, y Fernando Claudín (1913-1990); en el PSUC, Gregorio López Raimundo (1914-2007) que ejercía como Secretario General, de hecho, a partir de 1958-59 y formalmente desde 1965, y Josep Serradel (1917-2004), Secretario de Organización desde 1956. El recambio suponía la renovación de una estrategia política que dejaba de prever una inmediata caída del franquismo y se abocaba a reanudar, aún en condiciones de clandestinidad, los contactos con la sociedad civil[38].
A partir de 1956 confluyó una pléyade de jóvenes militantes en el PSUC. Al igual que en el caso del PCA, estos nuevos camaradas no sólo compartían una franja etaria (habían nacido entre mediados de los años 20 y principios de los 40) sino también trayectorias universitarias. Fue esta socialización académica en la ciudad de Barcelona signada por la movilización contra la dictadura la que despertó una serie de intereses políticos y la pretensión por canalizar la oposición al régimen franquista a través del clandestino PSUC. La experiencia universitaria así como los viajes y las becas de estudios en búsqueda de formaciones alternativas, suministraban una serie de estímulos y discusiones que lograban escapar a la censura franquista. A diferencia del PCE que contaba con un Comité de Intelectuales y una nutrida célula de estudiantes, el PSUC mantuvo un marcado retraso en el frente cultural. La docena de militantes provenientes del ámbito académico que ingresarán en 1956, constituía una novedad para la cultura comunista catalana: eran los primeros intelectuales de la ciudad de Barcelona en asumir la condición comunista desde el final de la Guerra Civil[39].
En octubre de 1956 se conformó el Comité de Intelectuales del PSUC que albergó a las y los intelectuales recientemente ingresados. En este Comité es de interés la figura y papel del joven Manuel Sacristán (1925-1985) no sólo por ser el responsable político del Comité del partido hasta 1970. También porque resultará decisivo en la introducción del pensamiento gramsciano en la cultura catalana[40].
A fines de los años 50, los dirigentes del PSUC promovieron la edición de una revista destinada al medio universitario. Si bien la iniciativa sufrió serios altercados por las detenciones de miembros del Comité, finalmente en 1959 apareció Quaderns de cultura catalana. El emprendimiento encuentra algunos rasgos similares con la revista cordobesa Pasado y Presente, al declarar la ausencia de maestros y permanecer dinamizada por jóvenes comunistas universitarios. Si bien en el caso catalán la falta de referencias político-culturales para el análisis marxista de la realidad resultaba más palpable, también traslucía una operación generacional que encontraba sus fundamentos en la propia cultura comunista catalana: entre septiembre de 1954 y junio de 1955,el PSUC publicó la revista Cultura Nacional. En línea con lo ocurrido en el comunismo argentino, la pregnancia de esta publicación a la cultura soviética y al realismo propugnado por Zdhanov, se traducía en extremadas limitaciones para registrar los movimientos culturales en la sociedad catalana.Proseguía la mentalidad comunista y “guerrillera” de los años de la Guerra Civil.[41]De allí quelos esfuerzos de Quaderns de cultura catalanadebían dirigirse, según la editorial de presentación, a tornar “la cultura catalana el debido carácter nacional popular”. Bajo el sintagma nacional popular traslucía la marca gramsciana[42]. Como en el caso argentino, se acudía a Gramsci entrados los años 50 para señalar la distancia entre la intelectualidad catalana y el pueblo-nación.
Cultura clandestina, libro de Giaime Pala.
La vía de ingreso de Gramsci al PSUC fue a través de la joven filóloga italiana Giulia Adinolfi (1930-1980). Destacada militante del PCI, se desplazó a Barcelona en 1955 para completar sus estudios doctorales en Literatura Española. En la ciudad catalana conocerá a Manuel Sacristán con quien se casó en 1956[43]. En las reuniones clandestinas de estudiantes e intelectuales del Partido a fines de los 50, Adinolfi dará a conocer a Gramsci a través de la edición italiana publicada por Einaudi de los Quaderni. Discusiones que, como en el caso del comunismo argentino, transcurrían en los márgenes de un Partido que por entonces mostraba distancia respecto a la cultura comunista italiana y alineamiento con el centro moscovita. De estas pioneras y clandestinas lecturas, surgirá el primer análisis de la trayectoria y obra de Gramsci en Catalunya que burló la censura franquista: un comentario de unas diez páginas (182-192) de Sacristán para el suplemento de 1957-1958 de la Enciclopedia Espasa. El comentario estaba incluido en el apartado “Algunas personalidades destacadas” y llevaba por título “La obra póstuma de Gramsci”. Centrado en sus contribuciones filosóficas, asumía al intelectual sardo como “el filósofo más importante de la Europa occidental” y señalaba la continuidad detrás de la fragmentariedad de los Quaderni: contribuir al renacimiento del marxismo. Lejos de la versión economicista o del obrerismo zhdanovista, Sacristán se apoyaba en una categoría decisiva en su lectura de Gramsci: centro de anudamiento.
A principios de 1960 la dirección del PSUC pretendió profundizar sus esfuerzos en la lucha cultural. Como en el caso del PCA era un modo de dinamizar la labor de los nuevos intelectuales pero también de responder a los influjos que provenían de otros linajes: en octubre de 1959 apareció Serra d’Or, una revista legal en lengua catalana; la primera de difusión general después de la Guerra civil. Mayormente concentrada en tópicos literarios, pretendía interpretar la sociedad bajo nuevos parámetros y era un polo de referencia para la intelectualidad catalana progresista. El PSUC se dispuso a superar la artesanía editorial del ciclostil de Quaderns de cultura catalana que llegó a su ocaso. Apareció Horizonts queluego de sus primeros cuatro números, en 1962 cambió el nombre por Nous Horizonts debido a un contratiempo vinculado a la patente del nombre en México donde radicaba legalmente. Sus principales redactores permanecían exiliados en París.[44] El influjo gramsicano por tornar nacional-popular a la cultura catalana continuó siendo un eje vertebrador de esta clandestina publicación.
Hacia 1962 asomaron los primeros síntomas de la crisis de Nous Horizonts. Si bien la publicación mantenía un registro agudo y vivaz, adeudaba regularidad y sistematicidad por falta de colaboración de los intelectuales barceloneses. Las pretensiones por conformar un núcleo de redacción en la ciudad catalana fracasaron. Más aún, en 1962 el grupo de redacción radicado en París conformado por Pere Ardiaca (1909-1986), Jordi Solé Tura (1930-2009), Arnau Puig (1926) y Francesc Vicens (1927) se desmembró ante otras exigencias del PSUC. La cúpula del partido sólo editó dos números en el bienio 1963-1964. La falta de apoyo de Nous Horizonts entre los intelectuales catalanes se debía fundamentalmente al privilegio que le otorgaban a un tipo de trabajo militante más práctico y estrechamente ligado a las luchas populares. Entre éstas, sobresalía la huelga minera asturiana en abril de 1962 que tanto por su duración, combatividad y repercusión nacional, mostraba según el PCE/PSUC la vitalidad de la clase obrera ante un debilitado régimen.
Influido por estas expectativas hacia las masas obreras que pasaban a ser la vanguardia en la lucha antifranquista y el arraigado obrerismo del Partido, el Comité de Intelectuales creó una nueva publicación destinada a problematizar directamente la vida cotidiana y popular: Veritat que se anunciaba como “hoja informativa de los intelectuales del PSUC”. Saldrá a fines de 1962 y durante buena parte de 1963 (en esta primera etapa, contará con ocho números)[45]. El influjo gramsciano era notorio. Por insistencia de Sacristán, la publicación llevaba impreso en su portada un lema: “la verdad es siempre revolucionaria” adjudicado a Antonio Gramsci[46]. A través de notas breves, se trataba de contrarrestar al aparato comunicacional franquista y devolverle la verdad a los acontecimientos[47]. El paralelismo con la publicación L’ Ordine Nouvo impulsada por Gramsci a fines de la década del 10 y principios del 20 es elocuente no sólo porque esta publicación en su segunda serie (entre 1921-1922, cuando dejó su periodicidad semanal para devenir diaria), llevaba aquel lema acuñado por el abogado y político socialista alemán Ferdinand Lassalle. También por la voluntad de construir un registro estrechamente vinculado a los acontecimientos obreros (con manuscritos destinados “a nacer y morir en el día”, como recordaba Gramsci sobre la experiencia ordinovista) que reclamaba a los militantes una actitud democrática y no paternalista hacia las expresiones populares.
A principios de 1963, el PSUC contaba con un nutrido Comité de Intelectuales, cuyo responsable político era Sacristán. Sin embargo, los avances en la contienda cultural e intelectual encontraron un punto de inflexión entre 1964-1965 con el cisma producido en el PCE/PSUC por la denominada “crisis claudinista” encabezada por dos reconocidos miembros del Comité Central: Fernando Claudín (1913-1990) y Jorge Semprún (1923-2011) que impugnaron la línea estratégica del comunismo español levantada desde mediados de los años 50[48]. En la faceta propositiva, estos dirigentes sostenían que el PCE debía rehusar de la política de las grandes jornadas y huelgas que asotarían al franquismo, para colocar sus esfuerzos, en sintonía con la orientación del PCI a partir de 1945, en convertirse en un verdadero partido de masas. A esta herejía, el PCE le suministró los códigos stalinistas: tildados rápidamente de revisionistas, derrotistas, fraccionalista, en abril de 1965 fueron expulsados.
El Comité Ejecutivo del PSUC analizó la cuestión en su reunión del 15 de abril de 1964 celebrada en París. López Raimundo cerró filas con la posición oficial. La polémica había llegado a oídos del Comité de Intelectuales del PSUC que esperaban un debate abierto. Pero, en línea con las directivas de Santiago Carrillo, la dirección del PSUC sometió el asunto a un tratamiento administrativo. Aunque los principales efectos de la crisis se encontraban en Madrid, el comunismo catalán también sufrió sus coletazos. Al declarar su adhesión a las tesis claudinistas y criticar el proceder de la dirección partidaria, el joven Solé Tura fue profundamente cuestionado por López Raimundo y finalmente expulsado a fines de 1964. Final semejante ocurrió con uno de los fundadores del Comité de Intelectuales en 1956, miembro del Comité Ejecutivo desde 1962 y uno de los principales animadores de la revista Nous Horitzons desde Paris: Francesc Vicens, que fue excomulgado en 1965. La camaradería y sensibilidad entre miembros de un Ejecutivo que marchaban juntos desde los años de la Guerra Civil, resultaba un severo cerco para repeler cualquier herejía. Tenso fue el carácter que adquirió el vínculo entre los intelectuales catalanes y la dirección del Partido. Sacristán que a mediados de 1965 había sido electo al Comité Central del PCE y al comité Ejecutivo del PSUC, encabezó la reconciliación y oficializó lealtad al partido, aunque dejó en claro los prolegómenos de un asunto decisivo: el Partido debía repensar el trabajo y rol del intelectual y, por tanto, revisar el vínculo entre el Comité de Intelectuales y la dirección[49].
Expulsado del PSUC, el joven Solé Tura regresó a Barcelona en 1965 y se incorporó a las luchas del ámbito universitario contra el régimen[50]. Corolario de sus lecturas y discusiones clandestinas en torno a Gramsci en el PSUC y también por apremios económicos, en mayo de 1965 y en acuerdo con el Instituto Gramsci de Italia, presentó a Censura por la incipiente e independiente Edicions 62 Cultura i literatura. Con prólogo y traducción de Solé Tura, el libro agrupó una serie de textos correspondientes a Gli intellectualli e l’organizzazione della cultura y Letteratura e vita nazionale. Si bien hubo algunas tachaduras en pasajes referidos al ejército, la Iglesia y el papel de España en América Latina, fue finalmente publicado en junio de 1966 con una tirada de 1500 ejemplares en el marco de las fisuras permitidas por Ley de Prensa e Imprenta aprobada por el régimen en abril de 1966 y la presunción por parte del fascismo de una circulación reducida al publicarse en catalan[51]. En la ciudad de Barcelona, intelectuales catalanes pudieron acceder, por primera vez, a una versión no clandestina de la obra de Gramsci. Un año más tarde, será la editorial Península, también en la ciudad de Barcelona, quien publicará en castellano la antología Cultura y literatura (reeditada en 1972) con un prólogo notablemente ampliado del joven catalán. En los años siguientes el trabajo de Solé Turá con Edicions 62 y la obra gramsciana prosiguió: en septiembre de 1968 publicó El Princep modern con prólogo del autor.También la editorial Península editó una serie de escritos gramscianos en lengua castellana, organizados, prologados brevemente y traducidos por Solé Tura: Introducción a la filosofía de la praxis (1970) y La política y el estado moderno (1971).[52] Estas incursiones editoriales de Solé Tura coincidían con su participación en la organización Comunista Bandera Roja, de tendencia maoísta, fundada en Barcelona en 1968.
Uno de los primeros libros de Gramsci en ser difundido en España.
La voluntad de Solé Tura por oxigenar al enclaustramiento nacional católico del país era una línea de trabajo que afincaba hace varios años entre los intelectuales del PSUC. Entre ellos, quien más aportó a la tarea fue Sacristán que colocó a la cultura de izquierda catalana y española durante los años 50, 60 y 70 en diálogo con las novedades del marxismo occidental, al traducir autores/as tales como Adorno, Marcuse, Heller, Lukács, Labriola, Korsch, pero también los textos de Marx y Engels sobre España (Revolución en España. Barcelona: Ariel, 1960) publicados legalmente por primera vez después de la Guerra Civil. Si bien apremios económicos influyeron en el trabajo de traducción, indudablemente el filósofo, en sintonía con la comentada experiencia de los Cuadernos Pasado y Presente en Argentina, contaba con un evidente propósito: cultivar creativamente la tradición marxista[53]. Con este ejercicio de traducción (bajo el cual, en ocasiones, Sacristán también inventaba libros), perseguía un propósito modernizador similar al joven cordobés Aricó: impugnar un marxismo anquilosado, abriendo la tradición a distintos diálogos conceptuales.
Recién hacia mediados de 1967, Nous Horizonts encontró salir de su letargo y distancia con su medio. En el marco de agitadas luchas del movimiento estudiantil y las comisiones obreras en Catalunya, el Comité de Intelectuales radicado en Barcelona se colocó al frente del emprendimiento. Puntualmente, los jóvenes Manuel Sacristán y Francesc Vallverdú (1935-2014, se integró al PSUC en 1959) encabezaron la renovación de la publicación, junto con nuevas camadas como Giulia Adinolfi, Josep Fontana (1931-2018) o el filósofo Juan Ramón Capella (1939)[54]. A partir del número 10 (segundo trimestre de 1967) y hasta el número 23 (cuarto trimestre de 1971), la redacción se desplazó de París a Barcelona. Sacristán ofició como director y Vallerdú asumió el cargo de Secretario. El afán modernizador de la nueva etapa de Nous Horizonts se puede rastrear en la inmediata suscripción a revistas marxistas europeas permeables a las nuevas discusiones y corrientes más críticas del marxismo occidental, tales como Marxism Today, Économie Politique, Critica marxista[55].En los 14 números transcurridos entre 1967 y 1971, esta preocupación por la actualización de las coordenadas conceptuales, tenía un propósito gramsciano: un examen crítico de la cultura catalana. Como rememoraba Sacristán (1985 [1979]: 282)por entonces Nous Horizonts asumió un programa gramsciano que consistía en una crónica crítica de diversos aspectos de la cultural real y cotidiana catalana[56].
Entre las novedades introducidas por Nous Horizonts en su nueva etapa, se destaca la inclusión del formato dossier consagrado al análisis de prominentes figuras de la saga emancipatoria. Es de interés, el número 11 (tercer trimestre de 1967) que en el trigésimo aniversario de su muerte, fue dedicado a Gramsci. Se suministró una encuesta a intelectuales que abarcaban distintas áreas: Josep Maria Castellet (crítico literario), Alexandre Cirici (crítico de arte), Joan Fuster (ensayista), Ernest Lluch (economista), Ricard Salvat (director teatral), Joaquim Molas (historia y crítico literario), Francesc Vallverdú (poeta y ensayista). Se dejaba entrever así, la elasticidad y fertilidad del legado gramsciano. Como en el caso argentino, su introducción en la cultura comunista se realizaba a través de tópicos fundamentalmente culturales o literarios. La encuesta se estructuró bajo la siguiente pregunta: ¿Qué significado tiene para el intelectual catalán contemporáneo la obra escrita y la persona de Antonio Gramsci? Las respuestas que fueron agrupadas en unas seis páginas (16-22) coincidían en subrayar su ejemplo de lucha por la libertad y enfrentamiento al fascismo, el paralelismo entre sus preocupaciones anudadas en el concepto nacional populary la realidad catalana, entre otros puntos.
La sección contuvo, además, un largo ensayo sobre Gramsci a cargo de Sacristán[57] (1967, p.22-32), y anunciaba otro para el próximo número 12 a manos del joven Josep Fontana que había ingresado al PSUC en 1957. Cerraba con una nota bibliográfica donde se pasaba revista de las obras de Gramsci editadas en Italia y del libro Cultura i literatura. El manuscrito de Sacristán se dedicó a una contextualización histórica y filosófica del pensamiento de Gramsci. Aún valorando las críticas del comunista sardo al economicismo marxista, llamaba la atención sobre la persistente influencia del idealismo culturalista crociano en el autor[58]. El artículo de Josep Fontana se abocó a revelar las contribuciones de Gramsci en los Quaderni a la perspectiva historiográfica marxista: su crítica al economicismo y a convertir principios metodológicos de Marx y Engels en meras fórmulas verbales; su concepto de bloque histórico y relaciones de fuerzas para dirimir los complejos vínculos entre estructura y superestructura; o los intricados procesos de la formación de una voluntad colectiva[59].
Gramsci i la ciència histórica de Josep Fontana.
Si bien la discordia entre la voluntad renovadora del Comité de Intelectuales y una dirección atada a la cultura moscovita era reiterada, acontecimientos internacionales catalizaron las tensiones: por un lado, el papel del Partido Comunista Francés ante el movimiento del Mayo Francés y, por otro, la respuesta en agosto de 1968 a través los tanques del Pacto de Varsovia por parte del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) a los aires renovadores provenientes de Praga. Respecto a esto último, en diciembre de 1968 el sector intelectual publicó en Barcelona por la editorial Ariel y con introducción de Manuel Sacristán, La vía checoslovaca al socialismo, manifestando completa adhesión a la denominada primavera de Praga. El libro agrupó una serie de escritos: un manuscrito del Secretario General del Partido Comunista Checoslovaco (PCCh), Alexander Dubcek, titulado “La nueva perspectiva del socialismo en Chescolovaquia”; el Programa de acción del Partido Comunista, tan criticado y combatido por los partidarios de la invasión; y un apéndice con documentos titulados “Manifiesto de las dos mil palabras” y el “Llamamiento de los ciudadanos”. En su introducción, Sacristán defendía el Programa de Acción y se valía del joven Gramsci para justificar que la implementación de consejos de empresas tenía un papel diferente a los sindicatos. Si bien los tanques en la ciudad checa en agosto del 68 fueron un antecedente decisivo en la progresiva distancia del prosovietismo de la dirección del PSUC/PCE, la dirección optó por cierta cautela (es decir, por la “no aprobación” pero no por el rechazo) que no coincidía con el registro crítico de las franjas intelectuales. La veterana conducción obturó una editorial del Comité intelectual para el número 15 de Nous Horizonts y logró la publicación de otra que expresaba la línea oficial del PSUC. La censura agudizó el malestar entre los intelectuales del PSUC y, especialmente, de Sacristán[60].
En agosto-septiembre de 1969, el filósofo concedió una entrevista a la revista antifranquista Cuadernos para el diálogodonde impugnó la ilegalidad de una supuesta dictadura del proletariado soviético que se aplicaba sobre el propio proletariado y calificó al centralismo soviético de burocrático, lo que irritó sensiblemente a la dirección del PSUC.[61] La crisis desatada con la cúpula del PSUC/PCE a partir de 1968, llevarán a Sacristán a solicitar el abandono de sus cargos de responsabilidad en el Comité Central y el Ejecutivo en enero de 1970[62]. La declinación también es posible situarla en la secuencia de fenómenos propiamente españoles y catalanes hacia fines de los 60 que afectaron sensiblemente la política del PSUC: el impasse del arco político catalán antifranquista; la persecusión y represión de la Comissió Obrera Nacional de Catalunya (CONC); el clivaje del Sindicato Democrático de Estudiantes de Barcelona ante la radicalización del movimiento estudiantil. En su alejamiento de las responsabilidades del PSUC, Sacristán arremetió contra la dirección y su método excesivamente rígido al tiempo que reclamó por mayor participación de las juventudes en el núcleo dirigente. En el verano de 1970, sumido en un estado de depresión, abandonó definitivamente su trabajo como dirigente, permaneciendo en la base de la organización hasta 1978[63].
El “doble aldabonazo” que significaron París y Praga, afectó sensiblemente la investigación de Sacristán en torno a la vida de Gramsci. Por entonces se encontraba abocado a la selección de textos gramscianos acompañados por la confección de tablas cronológicas e imprescindibles notas de traductor, a fin de elaborar su reconocida Antología. Esta pionera pieza de la literatura que permitió al mundo hispanohablante comprender de una manera diacrónica el pensamiento gramsciano fue publicada, debido a la censura franquista, en México en 1970 a manos de Siglo XXI (reeditada en Madrid en 1974). El autor pretendía añadirle un largo ensayo introductorio a modo de prólogo, pero declinó la empresa: “por el momento conviene hacer de la necesidad virtud, descubrir que los textos de Gramsci están probablemente mejor sin compañía”, aseguraba la Advertencia del libro. Aunque la propia Advertencia indicaba que el estudio introductorio sería publicado más adelante, el manuscrito inconcluso que llevaba por título El orden y el tiempo. Introducción a la obra de Antonio Gramsci (1891-1937) vio luz recién en 1998. Presumiblemente, la identificación tanto con la tragedia política y personal de Gramsci como así también con la perplejidad deprimente de éste sobre el destino del movimiento socialista, pudieron más que la concentración intelectual[64].
El Orden y el Tiempo, de Manuel Sacristán.
La aprehensión de la obra Gramsci a través del orden y el tiempo suponía cierto encuentro con aquel concepto gramsciano a través del cual los jóvenes cordobeses bautizaron a su revista: Pasado y Presente. En ambos, subyace el problema de articular una crítica del peso del pasado desde un presente que exige su superación; en otras palabras, el orden nuevo surge de un orden viejo que requiere su crítica, por lo que el tiempo histórico, lejos de un continuo homogéneo o abstracto, implica cesuras e intervenciones para modular de modo específico continuidad y discontinuidad[65]. Tal vez la selección construida por Sacristán que jerarquizaba el momento consejista gramsciano, se haya fundamentado en la búsqueda de alternativas al centralismo burocrático; era un modo de apoyo a la vía checa que a principios de 1968 había reglamentado los consejos obreros. Como José Aricó al otro lado del Atlántico, por aquellos años Sacristán también encontraba en la reflexión de Gramsci sobre los Consejos, una clave para sostener una opción política.
A la altura de la publicación de la Antología (1970), es posible ubicar otras publicaciones sobre Gramsci en la ciudad de Barcelona, provenientes fundamentalmente del medio italiano. Las mismas eran, en buena medida, expresión del denominado momento de oro del líder sardo en Italia, es decir, cuando se operó un sensible crecimiento de los estudios sobre Gramsci en la península[66]. Por entonces, en la ciudad catalana se publicaron: la interpretación del italiano Buzzi, A. La teoría política Antonio Gramsci (1969, editorial Fontanella); las monografías en 1972 del italiano y católico Franco Lombardi, Las ideas pedagógicas de Gramsci y del francés Jean-Marc Piotte, El pensamiento político de Gramsci por la editorial Redondo; la traducción al castellano a manos del joven comunista Capella (Fontanella, 1974) de la Pequeña Antología política elaborado por el comunista italiano Mario Spinella (1964).
Esta creciente presencia de Gramsci que se volverá gravitante hacia mediados de los 70, también respondió a virajes del arco comunista español. En el bieno 1968-1970, el PCE/PSUC comenzará a distanciarse del centro moscovita, y, entrados los 70, se acercará fundamentalmente al comunismo italiano que pregonaba un nuevo modelo de desarrollo democrático y social que no dependía de los esquemas clásicos del marxismo-leninismo. Aunque para un Partido sumido en la dura clandestinidad, el apoyo de la URSS continuaba siendo vital, lo cierto es que el PCE/PSUC comenzó a emprender un proceso de reforma y adecuación de la estrategia comunista a países desarrollados que culminará en la adhesión al denominado proyecto eurocomunista entrados los 70. Desde entonces, Gramsci será llamado para animar las discusiones sobre la transición a la democracia que adquirieron más peso ante el evidente deterioro físico del dictador Franco y la expansión de un movimiento antifranquista cada vez potente. Se multiplicarán así las reflexiones en revistas, congresos y libros sobre las ideas políticas y filosóficas del intelectual sardo[67].
A modo de cierre
Se ha intentado rastrear la presencia de Gramsci en la cultura comunista argentina y catalana desde 1950 hasta 1975. En esta reconstrucción, se buscó fundamentar la hipótesis sugerida en la introducción: el derrotero del pensamiento gramsciano permaneció animado por jóvenes comunistas que en una híbrida dinámica entre modernización cultural y radicalización política ingresaron en conflicto con la generación a cargo de la dirección político-cultural. Si bien en el caso argentino, un veterano dirigente como Agosti resultó decisivo en la inclusión de Gramsci en la cultura comunista, lo cierto es que los principales empleos y debate acerca del revolucionario sardo permanecieron en manos de las nuevas camadas. Tanto en el caso catalán como argentino, jóvenes intelectuales formaron parte de una nueva generación de comunistas que sensibles a las renovadas tendencias en el campo político-cultural y, específicamente, ligados al ámbito académico, encontraron (aunque no sólo) en la cultura de izquierda italiana y, particularmente, en Gramsci una manera de dirimir la renovación del marxismo atento a sus tierras y fundamentar sus opciones políticas. La apuesta renovadora y radicalizada permaneció bajo recurrente tensiones con la generación comunista precedente tan afín al centro moscovita durante el período de estudio. A diferencia del PCI donde las nuevas camadas encontraban referencias, tanto el comunismo catalán como argentino presentaron limitaciones para superar una concepción más bien instrumental del trabajo intelectual.
Si bien restaría un detallado estudio comparado, se podría concluir que el legado gramsciano fue empleado tendencialmente en una orientación similar por los/as jóvenes comunistas catalanes/as y argentinos/as: fundamentar una lectura heterodoxa del marxismo; impugnar al linaje liberal y propugnar por una intelectualidad arraigada a la cultura popular; promover la organización obrera a través de la perspectiva consejista. Si se atiende a estos usos como así también a las traducciones de la obra gramsciana, se puede calificar tanto a la cultura comunista argentina como catalana en clave de espacios pioneros en la apropiación y difusión de Gramsci. Sin embargo, sus intercambios a propósito de Gramsci parecen escasos. Fue Italia el polo de referencia político-cultural por antonomasia. Presumiblemente, las asimetrías entre Europa y América del Sur (concretamente, el carácter periférico de la Argentina) como el asedio franquista sobre la cultura catalana y española, llevaron a que los originales tratamientos del legado gramsciano en ambos lados del Atlántico, hayan tenido pocos contactos y no se haya forjado una red entre estos intelectuales. De igual modo, el escaso intercambio no soslaya la tentativa precursora de jóvenes, vinculados conflictivamente con el PSUC y el PCA, por dirimir la política y al marxismo en una clave gramsciana en los años 50, 60 y primeros 70.
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* Argentino. Investigador Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Docente en la Facultad de Filosofía y Letras – Universidad de Buenos Aires (UBA). El presente artículo es parte de las líneas de investigación llevadas adelante como investigador del CONICET.
[1] Entre otros: José Aricó, La cola diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina, Siglo XXI, Bs. As., 2005 [1988]; Raúl Burgos, Los gramscianos argentinos. Siglo XXI, Bs. As., 2004; Julio Bulacio, Intelectuales, prácticas e intervención política: la experiencia gramsciana en el Partido Comunista argentino, Huho Biagini y Arturo Roig (comps.), El pensamiento alternativo en la Argentina del siglo XX. Tomo II: Obrerismo, vanguardia, justicia social (1930-1960), Buenos Aires, Biblos, 2006; Adriana Petra, Intelectuales y cultura comunista, Bs. As, Fondo de Cultura Económica, 2017.
[2] Entre otros: Antoni Roca, “Antonio Gramsci entre nosaltres”, Nous Horitzons, 53, 1979, 67-71; Antonio Elorza “Gramsci e la teoría política in Spagna”, AAVV, Teoria política e società industriale. Ripensare Gramsci, Bollatti Boringhieri, Torino, 1988; Fransciso Fernández Buey, “Notas para el estudio de la obra de Antonio Gramsci en España”, Arbor: ciencia, pensamiento y política, 530, 1990, 49-89; Giaime Pala: “La recepción del pensamiento de Antonio Gramsci en España (1956-1980)”, Giame Pala, et. al., (comps.) Gramsci y la sociedad intercultural, Barcelona, Montesinos, 2014.
[3] Para el concepto dinámicas de modernización sociocultural, ver Valeria Manzano, La era de la juventud en Argentina. Bs. As., Fondo de Cultura Económica, 2017.
[4]Karl, Mannheim, El problema de las generaciones. Reis, (62), 1993 [1928], 193-342.
[5] Para el concepto de cultura juvenil, ver Carles Feixa y Jordi Nofre, Culturas juveniles, Sociopedia. isa, 2012, p. 1-20.
[6] Pierre Bourdieu, “¿Qué es hacer hablar a un autor? A propósito de Michel Foucault”, Pierre Bourdieu, Capital cultural, escuela y espacio social, Bs. As., Siglo XXI, 1997.
[7] Horacio Tarcus, Marx en la Argentina, Bs. As., Siglo XXI, 2007.
[8] Luis García, La crítica entre culturas. El problema de la “recepción” en el ensayo latinoamericano. Cuyo: Anuario de Filosofía Argentina y Americana, 27, 2010, 53-76: Mariana Canavese, Los usos de Foucault en la Argentina, Bs. As., Siglo XXI, 2015.
[9] Juan Carlos Portantiero, “Los usos de Gramsci”. En Antonio Gramsci, Escritos políticos (1917-1933). México: Cuadernos de Pasado y Presente, n° 54, 1977.
[10]Adriana Petra, “En la zona de contacto: Pasado y Presente y la formación de un grupo sociohistórico”. En: García, D. y Agüero, A. C. (comps.). Culturas interiores, La Plata: Al Margen, 2010.
[11]Beatriz Sarlo, Intelectuales y revistas: razones de una práctica. América. Cahiers du criccal, 9, 1992, 9-16; Fernanda Beigel, Las revistas culturales como documentos de la historia latinoamericana. Utopía y praxis latinoamericana: revista internacional de filosofía iberoamericana y teoría social, 20, 2003, 105-116; Mabel Moraña, Revistas culturales y mediación letrada en América Latina. Outra travessia, 40, 2003, 67-74.
[12] Desde el número 29 (mayo de 1957) hasta el 70 (septiembre-octubre de 1962), Agosti será el único director.
[13] Ver Alexia Massholder, El Partido Comunista y sus intelectuales. Bs. As., Ediciones Luxemburgo, 2014.
[14] Héctor Agosti, Echeverría, Bs. As., Centro Cultural de la Cooperación, Bs. As., 2011 [1951].
[15] Julio Ardiles Gray, Conversaciones con Héctor P. Agosti, Bs. As., Ediciones Centro Cultural de la Cooperación, 2014 [1975].
[16] Julio Bulacio, op.cit; Adriana Petra, op. cit., 2010.
[17] Ver, por ejemplo, la crítica de Aricó, en diciembre de 1957, desde la revista partidaria Cuadernos de Cultura, a la interpretación de Gramsci por parte del reconocido filósofo y socialista italiano Rodolfo Mondolfo. José Aricó, “¿Marxismo versus leninismo?”, Cuadernos de cultura, 33, 1957, 90–96.
[18] Adriana Petra, “Héctor P. Agosti, Intelectual y político”, Políticas de la Memoria, 15, 2015, 225-233.
[19] Héctor Agosti. Para una política de la cultura. Bs. As., Ediciones Medio Siglo, 1969 [1956], p. 38.
[20] Fue reseñado por el joven Juan Carlos Portantiero en el número 58 (julio-agosto, 1962, 121-2) para la revista partidaria Cuadernos de Cultura.
[21] Adriana Petra, “La cuestión de los intelectuales en el comunismo argentino: Héctor P. Agosti en la encrucijada de 1956”. Prismas, 19, 2015, 111-132.
[22] Ver Raúl Burgos, op. cit., pp. 53–59; Adriana Petra, 2017, op. cit., 355-372.
[23] José Aricó,“Pasado y presente”, Pasado y presente, 1, (1963), pp. 1–17.
[24]Oscar Terán, Nuestros años sesenta. Bs. As., Puntosur, 1991, p. 165.
[25] Pierre Bourdieu, “La juventud no es más que una palabra”, Pierre Bourdieu, Sociología y cultura. Gribajo, México, 1990.
[26] Adriana Petra, “El momento peninsular. La cultura italiana de posguerra y los intelectuales comunistas argentinos”, RevistaIzquierdas, 8, 2010, 1–25.
[27] José Aricó, op. cit., 2005 [1988]; Burgos, op.cit.
[28] Horacio Crespo, “En torno a Cuadernos de Pasado y Presente, 1968–1983”, Claudia Hilb (comp.), El político y el científico. Ensayos en homenaje a Juan Carlos Portantiero. Bs. As., Siglo XX, 2009.
[29] La superposición de los números puede deberse a las urgencias del exilio.
[30] Martín Cortés: Un nuevo para marxismo para América Latina. José Aricó: traductor, editor, intelectual, Bs. As., Siglo XXI, 2015.
[31] Gustavo Sorá, Editar desde la izquierda en américa latina. Bs. As., Siglo XXI, 2017.
[32] Carlos Altamirano, “Introducción”, Historia de los intelectuales en América latina. Bs. As., Katz, 2010.
[34] “La ‘larga marcha’ al socialismo en la Argentina”, Pasado y Presente, 1, 1973, 3-29.
[35] Buena parte de los textos gramscianos referían a la experiencia de los consejos en el bienno rosso (1919-1920).
[36] “La crisis de julio y sus consecuencias política”, Pasado y Presente, 2–3, 1973, 179–203.
[37] Josep Farràs, “Guerra Civil y militancia en Cataluña: las particularidades del perfil ideológico y social de los militantes del PSUC, 1936-1939”, Hispania, 62, 2002, 259-281; Josep Farrás, “El peso de la hoz y el martillo: la Internacional Comunista y el PCE frente al PSUC”, 1936 – 1943, Hispania, 232, 2009, 449-476; Josep Farràs, “El PSUC frente a una desestalinización impactante”, Nuestra historia: revista de Historia de la FIM, 2, 2016, 89-102.
[38] Giaime Pala, El PSUC. L’ antifranquisme i la política d’ aliences a Catalunya (1956-1977),Barcelona, Editorial Base. 2011.
[39] Giaime Pala, Cultura clandestina. Los intelectuales del PSUC bajo el franquismo, Granada, Comares Historia, 2016.
[40] Giaime Pala:,“El intelectual y el partido: notas sobre la trayectoria política de Manuel Sacristán en el PSUC”, Salvador López Arnal e Iñaki Vázquez Álvarez (eds), El legado de un maestro, Madrid, Fundación de Investigaciones Marxistas, 2007; María Cáceres, Manuel Sacristán: génesis de un intelectual polifónico, Daimon Revista Internacional de Filosofía, 53, 2011, 29-45.
[41] Giaime Pala, “La sombra de Zdanov. Notas sobre la revista cultural del PSUC Cultura Nacional (1954-1955)”, Cercles: revista d’història cultural, 14, 2011, 201-228.
[42] Giaime Pala, “Marxisme i cultura catalana. Nota sobre els Quaderns de cultura catalana (1959-1960)”, Els Marges, 93, 2011, 32-46.
[43] Giaime Pala, “De la militante parcial a la militante total. La militancia comunista de la mujer española durante el franquismo”, Storia delle donne, 6, 2010, 157 – 176.
[45] Tendrá una segunda etapa entre 1969 y 1971, también con ocho números.
[46] Salvador Arnal y Joan Benach, J., “La labor socrático-lectora de Manuel Sacristán”, Salvador López Arnal e Iñaki Vázquez Álvarez (eds), op. cit. En rigor, la aseveración gramsciana era “Dire la veritá e revoluzionario” pero el Comité Intelectual del PSUC la modificó por “La verdad es siempre revoucionario”. Sobre la afirmación gramsciana, ver la reflexión de uno de los principales discípulos de Manuel Sacristán: Francisco Fernández Buey, “Una reflexión sobre el dicho gramsciano decir la verdad es revolucionario”, Massimo Modonesi (comp.), Horizontes gramscianos, Ciudad de México, UNAM, 2013.
[50]Fernando Jiménez: “La diáspora comunista en España” Historia Actual Online, 20, 2009, 35-48; Giaime Pala, “Una semilla de discordia. La entrada de Bandera Roja en el PSUC”, HMiC: història moderna i contemporània, 9, 2011, 140-163.
[51] Fiamma Lussana, “L’edizione critica, le traduzioni e la diffusione di Gramsi nel mondo”, Studi storici, 4, 1997, 1051-1086; Francisco Rojas: “Edición y censura del marxismo italiano en la España de Franco”, Spagna contemporanea, 49, 2016, 121-139.
[52]En 1967, la editorial Península en Barcelona tradujo al castellano la biografía sobre Gramsci del italiano Fiori (1966) que, a través de una retórica envolvente, le puso cuerpo al brillante cerebro: Vida de Antonio Gramsci. El libro fue decisivo en los trabajos de Solé Tura y de Sacristán con la obra gramsciana. Lamentablemente, Lettere dal Carcere presentada en junio 1971 por la editorial catalana Nova Terra no fue autorizada.
[53] Salvador López Arnal, Manuel Sacristán y José María Valverde, amistad a lo largo, s/e, Copy Left, 2010. [En línea].
[56] Manuel Sacristán, “Entrevista con Nous Horitzons”, Manuel Sacristán, Intervenciones políticas. Barcelona, Icaria, 1985 [1979].
[57] Manuel Sacristán, “La interpretació de Marx per Gramsci”, Nous Horizonts, 11, 1967, 22-32.
[58] Sobre la misma tensión, Sacristán regresa en la introducción (póstuma, 1998) a la Antología (1970)pero también en su breve contribución al Diccionario de Filosofía editado originalmente en Estados Unidos por Dagobert Runes en 1969. Para la versión castellana, Sacristán añadió, además de otras, la voz “Gramsci, Antonio”.
[59] Josep Fontana, “Gramsci i la ciència històrica”, Nous Horizonts, 12, 1967, 39-44.
[60] Tommaso Necioni y Giaime Pala, “La nueva orientación de 1968: el PCE-PSUC ante la Primavera de Praga”, Tommaso Necioni y Giaime Pala, El Inicio del fin del mito soviético: los comunistas occidentales ante la Primavera de Praga. Madrid, El Viejo Topo, 2008; Salvador López Arnal, La destrucción de una esperanza. Manuel Sacristán y la Primavera de Praga: lecciones de una derrota. Madrid, Akal, 2010.
[61] Manuel Sacristán, “Checoslovaquia y la construcción del socialismo”, Cuadernos para el diálogo, 71-72, agosto-septiembre de 1969, 11-19.
[62] Juan Ramón Capella, La práctica de Manuel Sacristán, Madrid, Trotta, 2005.
[63] Miguel Manzanera Salavert, Teoría y práctica. Parte I: la trayectoria intelectual de Manuel Sacristán, Tesis doctoral, Universidad Nacional de Educación a Distancia (España), 1993; Giaime Pala, “Sobre el camarada Ricardo. EI PSUC y la dimisión de Manuel Sacristán (1969-1970)” Mientras tanto, 96, 2005, 47-75; Giaime Pala, “La batalla de las ideas. Apuntes para una historia de los intelectuales catalanes en los años sesenta”, Cercles. Revista d’Història Cultural, 16, 2013, 147-170.
[64] Albert Curto, “A modo de presentación”, Manuel Sacristán, El orden y el tiempo, Madrid, Mínima Trotta, 1998.
[65] José Sarrión, La noción de ciencia en Manuel Sacristan, Madrid, Dykinson, 2017.
Investigador Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Docente en la Facultad de Filosofía y Letras – Universidad de Buenos Aires (UBA). El presente artículo es parte de las líneas de investigación llevadas adelante como investigador del CONICET.